domingo, 22 de diciembre de 2013

“El hombre no puede vivir de pan y trabajo, requiere recreo, descanso; es una ordenanza de Dios que el hombre, mejor dicho, sus conductores, están en la obligación de ofrecerle. Sólo así se vitaliza un pueblo, produce más. Y ello es, precisamente, lo que hemos olvidado nosotros para nuestro pueblo”.

Felipe Benavides
Lima, 1964

Felipe Benavides: Señor de la ecología

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

ANTECEDENTES FAMILIARES

Hijo de Alfredo Benavides Diez Canseco y Carmen Barreda Bolívar, Felipe nació en Miraflores, el 7 de agosto de 1917. Fue el segundo de cinco hermanos (Alfredo, Carmen, Teresa e Isabel). Provenía de una familia aristocrática, descendiente de Fermín Diez Canseco Coloma -héroe del monitor Huáscar- y comprometida con la historia del Perú.

Su padre Alfredo, tuvo destacada actuación en la diplomacia y como propulsor del deporte. Lo distinguió también su afición a la numismática. Fundador de instituciones deportivas como el Yacht Club de Ancón y la Federación Atlético y Deportivo del Perú. En 1893, comienza a figurar entre los más renombrados deportistas del país. El primer triunfo internacional de football peruano lo ganó el equipo capitaneado por él, el 29 de julio de 1899, contra una agrupación inglesa.

En 1917, consiguió una concesión en la “Bajada de los Baños” (Miraflores) para constituir el Club Terrazas (inspirado en el Club de Montecarlo), lo que ocasionó incomprensiones colectivas. “Pues decían que el tennis se jugaba en forma horizontal y no en una bajada. Nunca pensaron en las terrazas”, señaló su hijo Felipe. Asimismo, era un asiduo practicante de boga, cricket, equitación, esgrima, football, golf, tennis y yachting a vela.

Por su parte, doña Carmen se había educado en Francia. Estudió en el Conservatorio de Música de París. Dama culta, amante de la lectura y dedicada a la práctica del tenis, el golf y la equitación. Estuvo vinculada familiar y políticamente con José Pardo y Barreda, dos veces presidente constitucional del Perú -a principios del siglo XX- e hijo de Manuel Pardo y Lavalle, fundador del Partido Civilista y primer presidente civil del país (1872-1876), asesinado el 16 de noviembre de 1878, cuando presidía el Senado de la República.

La inquietud por la política nacional ha estado siempre en la sangre de los Barreda. El primo hermano de Carmen Barreda Bolívar, Felipe Barreda y Laos (hijo de Enrique Barreda Osma) era activo militante del Partido Civilista, diputado, catedrático universitario y editor del periódico “La República”, que era opositor al presidente Augusto B. Leguía y Salcedo (1919-1930). Josefina (hermana de doña Carmen) estaba casada con Francisco Tudela Varela, diplomático e intelectual que colaboró con el gobierno de José Pardo. Toda la familia de Felipe era aficionada al deporte. Su hermano Alfredo llegó a ser campeón de boga y esgrima, deportes que practicaba con su amigo Miguel Boza Larraín durante su estadía en Francia. Sus hermanas Carmen y Teresa ejercitaban el tennis. Isabel fue campeona nacional de ese deporte. Felipe era un joven entusiasmado por la natación (100 metros), el tiro al blanco (fusil de guerra) y el tennis, del que fue subcampeón. Destacó como esgrimista y disfrutó mucho conduciendo autos de carrera durante su residencia en Europa.

SUS AÑOS EN MIRAFLORES

El nacimiento de Felipe se produjo en una casa ubicada en la avenida Alfredo Benavides Coloma. En ese encantador distrito la familia Benavides tuvo importantes propiedades. Su tío paterno, Augusto Benavides Diez Canseco, hizo la urbanización Garcilaso de la Vega y diseñó el Club Los Cóndores de Chaclacayo, construida por el hermano mayor de Felipe, Alfredo. Don Augusto (fue alcalde de Lima) también levantó en Miraflores algunos edificios modernos en la segunda mitad del siglo XX.

Miraflores contó con bellos exponentes y tradiciones de las que disfrutó Felipe durante su niñez y que se interrumpió por los continuos viajes de su padre, inherentes a su función diplomática. La calle Los Pinos, edificada gracias a la donación de un terreno de su abuelo Alfredo Benavides Coloma, y el parque Alfredo Salazar, en cuyos alrededores jugaba con su amigo de infancia Ernesto Fernández Lañas, son algunos de los lugares en los que pasó sus primeros años.

Por circunstancias familiares se educó en el colegio Masenat (Niza, Francia) entre 1922 y 1929. Al regresar al Perú estudió en el colegio Marcelino Champagnat entre 1929 y 1933, en donde integró su primera promoción. Conocido por ser un alumno inquieto y, además, por atreverse constantemente a jugar con la antigua campana del patio principal, lo que le valió innumerables sanciones. En este centro de estudio escolar conoce a dos jóvenes que lo acompañarían con su amistad a lo largo de su vida: Alejandro Miró Quesada Garland y Ernesto Fernández Lañas.

Ese año el mariscal Oscar R. Benavides Larrea (casado con su tía Francisca Benavides Diez Canseco) es elegido para suceder al asesinado presidente Luis M. Sánchez Cerro (1930 – 1933). Alfredo Benavides asumió funciones de responsabilidad política en el gobierno de Sánchez Cerro al desempeñar las carteras ministeriales de Marina y Aviación.

SU ESTADÍA EN EUROPA

En 1935, Alfredo Benavides es nombrado embajador plenipotenciario en Gran Bretaña. Felipe se trasladó al Sir Edmundo Collage donde estudió entre 1933 y 1936. Su preparación superior la cursó en London School of Economics (1936-1939). Cada alumno debía tener un tutor de estudios y su padre le asignó al prestigioso político, periodista, sociólogo y secretario general del Partido Laborista Británico, Harold Laski (1893-1950), quien había sido alumno del New College de Oxford (estudió con el jefe y fundador del Partido Aprista Peruano, Víctor Raúl Haya de la Torre) y fue profesor de historia en las prestigiosas universidades norteamericanas de McGill, Harvard, Yale y en Amherst College.

En ambos lugares hizo amigos de juventud que luego asumieron importantes responsabilidades en la política británica. Por ejemplo, Meter Carrington, ministro de Defensa y, posteriormente, de Relaciones Exteriores; el laborista Christopher Mayhew, desempeñó la cartera de Defensa y, por cierto, Berkeley Gage, ex embajador británico en el Perú y presidente de la Anglo Peruvian Society.

El 18 de julio de 1936, los militares más conservadores del ejército español se levantaron en armas contra la república. Este acto significaba el fin del experimento democrático realizado en España desde abril de 1931. La caída de la dictadura del general Miguel Primo de Rivera y el descrédito de la monarquía habían posibilitado la proclamación de la segunda república española como panacea que pretendía sacar al país de su histórico atraso. Las elecciones de febrero de 1936 sólo sirvieron para dividir aún más a los españoles y tras el triunfo del Frente Popular la oligarquía ya sólo tuvo fe en una acción salvadora del Ejército que librara a España de la anarquía y la revolución. Se daba paso así a la Guerra Civil Española. Felipe se trasladó -desde Londres- hasta la frontera entre Francia y España en su afán de rescatar y acoger –con la ayuda de su padre- a los refugiados de esa feroz acción. En 1947, su heroica participación es reconocida por el presidente Francisco Franco Bahamonde al imponerle la “Orden de Isabel la Católica”.

Se desempeñó como tercer secretario ad honorem de la legación peruana en Londres (1937). Posteriormente, el 1 de agosto de 1940 es nombrado canciller interino del consulado general en la capital británica durante la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945). Los duros padecimientos del pueblo británico sensibilizaron a este joven peruano que brindó su colaboración voluntaria manejando ambulancias y rescatando a las víctimas de los bombardeos.

Inicialmente, Felipe había deseado enrolarse en la Fuerza Aérea Británica para servir a la nación que lo había acogido y con la que llegó a identificarse profundamente. Durante aquellos años ayudó, con ejemplar entrega y valentía, a rescatar a ciudadanos ingleses en territorio alemán e hizo labores de espionaje. Esta consecuente cooperación fue agradecida por la reina Isabel II al otorgarle la “Orden del Imperio Británico” en 1963.

Pasó todos los años de la guerra, siendo el servidor diplomático que más tiempo estuvo en circunstancias similares. En Londres contrae sus primeras nupcias con la distinguida dama inglesa Angela Mary Tord, hija de un coronel del ejército británico. Su matrimonio duró hasta el final de la guerra y no tuvo descendencia.

Al concluir este infausto encuentro bélico, que cambió la composición política y militar en el escenario mundial, Benavides es promovido a cónsul en el Servicio Consular y nombrado cónsul adscrito al Consulado General del Perú en Nueva York (1945). El año siguiente es designado segundo secretario de la legación peruana en Suecia y Noruega.

En Suecia conoce a la que sería su segunda esposa, una dama sueca de nombre María Luisa Norlander, hija de un reconocido y afamado inventor e industrial sueco. Contrae matrimonio en Estocolmo el 14 de febrero de 1950. De este enlace nace su único hijo Diego Francisco.

Su esposa María Luisa sería la compañera que estaría a su lado durante casi 40 años, compartiendo sus largos y complejos avatares conservacionistas. Con ella viajó por gran parte del país y el extranjero, acudiendo a cumbres internacionales, visitando zoológicos, universidades, parques y reservas nacionales. Esta encantadora dama hizo suya la causa personal de Felipe.

En 1950 permuta como segundo secretario de la embajada peruana en Argentina. Sus firmes convicciones lo llevaron ha protagonizar un episodio determinante para su “pase a disponibilidad”, el 31 de diciembre de 1950. Se negó a distribuir información oficial del gobierno peruano que difamaba al jefe y fundador del Partido Aprista Peruano, Víctor Raúl Haya de la Torre, perseguido por la dictadura de Manuel A. Odría (1948-1956). De esta manera, concluyó su breve carrera diplomática que duró diez años y cinco meses. El destino le había reservado otra tarea de implicancia mundial en la que aplicaría su experiencia profesional.

La realización de las Olimpiadas en la capital de Finlandia, Helsinki en 1952, significó un soplo de aire fresco. La capital finlandesa había solicitado los juegos olímpicos en 1940, pero se los arrebató Londres. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) regresó al movimiento olímpico tras haberlo hecho por última vez en 1912. Fue todo un suceso mundial observar, por primera vez, a Alemania representada en dos selecciones. Felipe Benavides fue nuestro delegado por la Federación de Tiro del Perú.

Nuevamente en Lima en 1952, Felipe fija su residencia en una vivienda ubicada en la avenida 28 de Julio en Miraflores, donde permanece poco tiempo. Luego reside en Ancón y San Isidro, en una vivienda ubicada en la calle Los Álamos. Por último, se traslada en forma definitiva al distrito de Surco. Allí vivió hasta su muerte en 1991.

BALLENA: EL ENFRENTAMIENTO CON ONASSIS

El recuerdo de Felipe siempre estará vinculado con la ballena. Todo empezó cuando la flota del magnate griego Aristóteles Onassis compuesta por el barco “Olympic Challenger” -de 18,000 toneladas con una tripulación de 500 hombres y 16 buques cazadores- fue apresada por el gobierno peruano en 1954, luego de su tenaz campaña internacional desplegada desde las páginas del diario El Comercio.

En su primera carta publicada en este prestigioso medio bajo el título “La piratería de la flota de Onassis” (junio de 1952) señaló: “Se puede decir, pues, que las compañías extranjeras se beneficiaron de las costas peruanas con un total aproximado de 2’697,800 libras esterlinas (más de 148 millones de soles peruanos). La participación de Onassis en estas ganancias fue de un treinta y tres por ciento (33%) o sea aproximadamente unos 50 millones de soles. Esta fuerte ganancia para Onassis explica pues el que nuevamente vuelva a ensayar su juego de fortuna, pero el hecho de haber adquirido la mayoría de las acciones del Casino de Montecarlo no significa el que la suerte vuelva a sonreírle en nuestras costas”.

Destroyers de la Marina de Guerra del Perú y aviones de la Fuerza Aérea del Perú capturaron a tiros y bombardeos de advertencia a la flota de Onassis a la que el gobierno peruano multó con dos millones de dólares. Pero, los peruanos no recuperamos las 4,000 ballenas cazadas en forma despiadada. Así comenzó Benavides una secuencia de perseverantes luchas -en foros internacionales- para proteger este mamífero.

Su obsesionada defensa de esta especie no conoció límites. Gestionó la venida al Perú (1966) del observador de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN), el “Héroe del Atlántico” y destacado conservacionista, general Charles Lindbergh, para solicitar al presidente de la república, Fernando Belaúnde Terry, su intervención con el propósito de detener la matanza de la ballena azul en la zona de Paita, donde se detectó una extracción de 80 ejemplares el año anterior.

EL PARQUE DE LAS LEYENDAS

A comienzos de 1960, Lima experimenta los cambios propios de la expansión urbana, la consolidación de pueblos jóvenes, la migración del campo a la ciudad y el aumento de las demandas de su población. Estos factores contribuyeron a la reducción progresiva de los espacios para la recreación familiar y el entretenimiento de la niñez.

Dentro de este contexto, surge el interés de Felipe Benavides para constituir un moderno zoológico concordante con la nueva composición social y demográfica de la capital, teniendo en cuenta su valor cultural y educativo. Así lo han comprobado estudios que recomiendan a los educandos visitar estos establecimientos para familiarizarse con la fauna silvestre en peligro de extinción. Del mismo modo, juegan un rol significativo en el análisis científico, la actividad turística, la conservación de especies y brinda al visitante un escenario donde puede divertirse.

Sobre una extensión inicial de 24 hectáreas -cedidas por la Beneficencia Pública de Lima- se comenzó en 1963 la primera etapa del Parque de Las Leyendas, que abrió sus puertas al público el 25 de diciembre de ese año. Se compraron 84 hectáreas pertenecientes a la Pontificia Universidad Católica del Perú y se aceptó la donación de las haciendas Queirolo y Conchas. Con relación a la futura entrada del parque, se empezó la obra desde la esquina de la avenida La Marina en línea directa hacia la esquina del estanque Maranga.

El lugar seleccionado ocupaba el antiguo territorio de la Cultura Maranga. En su perímetro quedaban la famosa huaca de los Tres Palos, en cuyo interior se escuchaba el claro tañido de una campana de oro en las noches de luna; la huaca Palma, que poseía un templo decorado de hermosas cenefas de piqueras; la huaca Aramburú, construida por miles de adoberos bajo el látigo de los jefes marangas; y otras más pequeñas ocupadas por huanchos y huallas antes de la llegada de los españoles. Indudablemente, sería el único zoológico en el mundo que estaría rodeado de un monumento histórico, lo que acentuaría su atracción turística.

En esta iniciativa participaron Felipe Benavides, Ernesto Gastelumendi, Enrique Barreto, Ernesto Paredes, Violeta Correa, Carolina Belaunde, José Patrón, Eduardo Reátegui, Benjamín Doig, Luis Bustamante, Antonio Uccelli, Lorenzo Rosselló y Juan Filomeno, entre otros. De esa manera, se inició el proyecto de los “Trece de la Fama”. En 1964, el ministerio de Fomento y Obras Públicas constituyó el Patronato de Parques Nacionales y Zonales (Parnaz) bajo la presidencia de Benavides. Su labor se concentró en la gestación de parques nacionales y recreativos, encargándose también de constituir albergues e instalaciones culturales y científicas.

Felipe y los integrantes de su directorio eran servidores altruistas cuyo testimonio marcó un estilo de trabajo y de vida, conveniente de recoger e imitar. “Ni Felipe ni ninguno de los miembros del Patronato cobraban sueldo, dieta, movilidad, viático o algún estipendio económico. Personas como el embajador Augusto Dammert y los demás miembros del Patronato acompañaban al señor Benavides porque en sus espíritus está añejada esa vocación de servicio por la patria y en sus corazones el amor por la naturaleza”, señaló acertadamente el diputado Fernando Ramírez Alfaro en su artículo “El día que las vicuñas lloraron” (Expreso, 31 de enero de 1991).

LA VICUÑA: UNA GRAN VICTORIA

En 1938, estando en London School of Economics, Felipe inició un trabajo de investigación sobre las importaciones de lanas finas del Perú hacia el Reino Unido. Luego de arduas indagaciones encontró en los archivos del gobierno británico, bajo el rubro de “lanas” documentos sobre la alpaca. Pero, no pudo ubicar evidencias acerca de las fibras de vicuña.

La vicuña ganó reconocimiento mundial en 1958 a través de un escándalo político en los Estados Unidos. El jefe del “staff” del presidente Dwight David Eisenhower (1953 - 1961), Sherman Adams, admitió que había aceptado numerosos favores de un industrial y dueño de una tejeduría de Nueva Inglaterra, Bernard Godfine. Entre los regalos estaban 3,000 dólares en cuentas de hotel, una alfombra oriental de 24,000 dólares y un abrigo de vicuña cotizado en 700 dólares. Esta fina prenda se convirtió en el símbolo del escándalo.

A su retorno al Perú, Benavides viajó extensamente por la zona andina en su afán por interesarse en verificar la situación poblacional de la vicuña. A sus manos llegó el único trabajo serio elaborado sobre el comercio de su lana, la publicación “La vicuña y la puna” del científico alemán Carl B. Koford. De su lectura recogió significativas precisiones sobre la difícil situación de este recurso.

Inspirado en los informes del prestigioso investigador europeo, solicitó la constitución de una reserva de vicuñas en el sur de la sierra, por pampas Cañahuas (Arequipa). El ecólogo y periodista Benjamín Almanza Ocampo, funcionario del Servicio Forestal y de Caza del ministerio de Agricultura, recomendó como el lugar más apropiado el área de Pampa Galeras (Ayacucho).

Entre junio de 1965 y marzo de 1967, gracias a las gestiones del presidente del Parnaz, Felipe Benavides, el Servicio Forestal y de Caza contó con el asesoramiento de la misión del ministerio británico de Desarrollo en el Extranjero representada por el consejero técnico sobre vida salvaje, biólogo Ian Grimwood (funcionario de la cooperación inglesa con amplia experiencia en la organización y conducción de servicios en los parques nacionales de Kenya y de otros países africanos) cuyas indagaciones señalaron que el Perú contaba entre 5,000 a 8,000 vicuñas, ubicadas en su mayor parte en Pampa Galeras.

Sus estudios sirvieron de sustento técnico con el propósito de empezar las tratativas destinadas a constituir esta primera reserva de vicuñas. Este esfuerzo tuvo la participación de Flavio Bazán Peralta y Benjamín Almanza Ocampo, cuyas intervenciones hicieron posible que la comunidad campesina de Lucanas cediera parte de sus tierras para constituir esta área protegida que alberga aproximadamente el 70 por ciento de la población nacional de este recurso. El 17 de octubre de 1966, se firmó el convenio por el que esta comunidad otorga 6,500 hectáreas al gobierno para establecer la Reserva Nacional de Pampa Galeras (constituida oficialmente el 18 de mayo de 1967).

Comprendiendo que la cooperación bilateral es uno de los mayores medios para conseguir resultados en la política de protección de los recursos naturales y en particular de las especies de la fauna silvestres, desde 1969, se establecieron contactos oficiales entre autoridades técnicas y diplomáticas de Bolivia y Perú, tendientes a encontrar coincidencias para la celebración de un acuerdo destinado a impulsar la recuperación poblacional de la vicuña. Felipe fue recibido en el Palacio Quemado de La Paz, por el presidente René Barrientos para tratar este tema estrechamente relacionado con el futuro de las comunidades andinas de ambos países.

Contándose con el activo rol de los ministerios de Agricultura de ambos países y de connotadas personalidades políticas se celebró en La Paz, el 16 de agosto de 1969, la firma del Convenio para la Conservación de la Vicuña, entre Bolivia y Perú por un período de diez años, pudiendo ser renovado. Quedó abierta a la adhesión de los gobiernos de Argentina y Chile. Ecuador también se unió años más tarde.

En la cristalización de este tratado bilateral tuvieron protagónica participación el reconocido especialista en camélidos sudamericanos, Armando Cardozo González y Felipe Benavides Barreda, cuya esforzada dedicación en favor de la conservación de este camélido no puede omitirse al reseñar la historia de estos significativos acuerdos de alcance regional.

Su conocimiento del tráfico de lanas de este fino camélido en los mercados internacionales, le facilitó a Benavides advertir oportunamente sobre la necesidad de aunar esfuerzos en el ámbito internacional. En este afán gestionó en los parlamentos de Estados Unidos y Gran Bretaña la prohibición de la importación de lanas de vicuña, con la intención de cerrar los mercados de esta finísima fibra. Su pedido fue atendido y obtuvo el respaldo de los príncipes Felipe de Inglaterra y Bernardo de Holanda para llevar acabo diversas acciones destinadas a contrarrestar el comercio ilícito de los productos derivados de la vicuña.

Con ocasión de celebrarse en 1987, la sexta conferencia anual de la Cites (Ottawa, Canadá) el Perú presentó una petición a la asamblea -compuesta por delegados de más de 100 naciones- para confeccionar telas de fibra de vicuña provenientes de la esquila de animal vivo debidamente registradas con la marca “Vicuñandes-Perú”. Esta solicitud, liderada por Felipe en representación del estado peruano, es aprobada por unanimidad y la asamblea felicitó al gobierno peruano por tan importante e inédita iniciativa para impulsar la explotación de la fibra de un recurso silvestre en vías de extinción. Todo ello fue posible a pesar de las numerosas intrigas de periodistas, ambientalistas y emisarios de cuestionadas ONGs que desplegados sórdidas acciones en el innoble afán de perjudicar la propuesta peruana en este foro internacional.

Lograr salvar de la extinción a la vicuña ha sido la gran victoria de Felipe Benavides. Así dejó constancia el ex presidente Fernando Belaúnde Terry (Washington, octubre 3 de 1977), cuando le escribió: “Tengo que agradecerte una vez más por tu acertado consejo y tu decidida orientación en lo referente a la preservación de la vicuña en Pampa Galeras. Aunque los correspondientes laureles te pertenecen por entero, me halaga que obra tan trascendente se realizara en mi tiempo. Las estadísticas son consagratorias en cuanto al aumento de la población”.

ÁREAS PROTEGIDAS: REFUGIOS NATURALES

Luego de sucesivas iniciativas internacionales para crear áreas naturales se desarrolló la Primera Conferencia Mundial de Parques Nacionales (Washington, 1962) auspiciada por la UICN, con la participación de 70 países. Su trascendencia ha sido de un valor inestimable, tanto por la uniformidad de conceptos y técnicas, como por el estímulo brindado a fin de fomentar la formación de parques nacionales. Como resultado se instituyó el Comité Latinoamericano de Parques Nacionales de la UICN.

Un año antes el Perú creó su primera área protegida (ley 13694): el Parque Nacional Cutervo (Cajamarca), con una extensión de 2,500 hectáreas. Su nacimiento fue la culminación de una campaña iniciada en 1947 por el recordado biólogo, pedagogo y escritor Salomón Vilchez Murga.

Por aquellos tiempos Felipe estableció los primeros vínculos con la UICN y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), para realizar las evaluaciones requeridas y canalizar ayuda técnica y económica a los lugares más adecuados en donde debieran formarse áreas amparadas por el estado.

En estas circunstancias el consejero técnico Ian R. Grimwood, estudió las especies silvestres peruanas y propuso nuevos refugios naturales. En su informe “Recomendaciones para la conservación de la vida salvaje y el establecimiento de parques y reservas nacionales en el Perú” (1967), formula un análisis exhaustivo sobre la fauna y flora silvestres, incluyendo las posibilidades de generar espacios para su protección de cada una de las tres regiones naturales de acuerdo a las disposiciones internacionales y considerando su alto valor científico y turístico.

En tal virtud, estas áreas deben aportar al desarrollo de múltiples formas: Posibilitando a través de la investigación científica un mejor conocimiento de nuestros recursos a fin de hacer más apropiado su manejo; permitiendo su uso turístico; ofreciendo recursos naturales para ser usados sosteniblemente por las poblaciones locales o para servir de base a actividades industriales y comerciales; manteniendo recursos genéticos de cada vez más alto valor a nivel mundial, entre otras formas de beneficiar a las sociedades que entienden la urgencia de manejar estos espacios naturales.

Benavides participó activamente en la gestación y creación del Santuario Nacional Lagunas de Mejía, la Reserva Nacional de Pacaya Samiria, la Reserva Nacional de Paracas, el Parque Nacional del Manu, la Reserva Nacional de Pampa Galeras, la Reserva Nacional de Lachay, la Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blanca y el Parque Nacional de Cutivireni, cuyos proyectos apoyó para asegurar que estos sistemas ecológicos sean resguardados por el Estado. Su condición de único integrante del directorio internacional del Fondo Mundial para la Naturaleza, durante aproximadamente doce años, le facilitó traer al país cuantiosa ayuda económica, técnica y científica para impulsar la consolidación de las áreas bajo protección estatal.

La Asociación Pro-Defensa de la Naturaleza (Prodena), una prestigiosa institución no gubernamental, fundada en 1973 por Felipe e integrada por personalidades peruanas como Miguel Mujica Gallo, Ernesto Fernández Lañas, Manuel Boza Larraín, Manuel Olaechea Álvarez Calderón, Augusto Dammert León, Joaquín Leguía Gálvez, entre otros, cooperó en forma destacada canalizando la asistencia para implementar las primeras acciones de conservación y manejo en las áreas naturales.

ESPECIES EN PELIGRO: LA AMENAZA DEL COMERCIO MUNDIAL

El comercio mundial de especies silvestres motivó su inquieta intervención. Este problema expresa la grave responsabilidad de los países desarrollados que poseen el mercado de consumo de los ilegales productos derivados de la flora y fauna en vías de extinción.

Benavides lideró las tratativas para que el Perú se adhiera a la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Flora y Fauna Silvestres (Cites) y elaboró proyectos con el propósito de mejorar la dispersa legislación nacional. Pidió al gobierno peruano (1973) que los tres países (Brasil, Colombia y Perú) se unan y sincronicen su ordenamiento legal relativo a la caza y comercialización de pieles y animales vivos, con la finalidad de enfrentar este delicado problema de alcance mundial.

La comunidad internacional convocó a Felipe Benavides. En 1976, a solicitud del ministerio de Protección del Medio Ambiente de Gran Bretaña, se le pidió presentar sus recomendaciones para la nueva ley sobre el comercio internacional de especies en vías de extinción. La Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes de Gran Bretaña lo invitaron para exponer y sustentar sus documentadas propuestas.

Su preocupación estaba sustentada en las implicancias de su aprovechamiento en beneficio del hombre y en la necesidad de generar aportes al desarrollo científico. Felipe creyó en la urgencia de fomentar la crianza en cautiverio de especies cuyas investigaciones contribuya al desarrollo económico y social de nuestra sociedad, con la participación organizada de las asociaciones nativas.

NUESTRO MAR: SOBREPESCA EN LA MIRA

El saqueo permanente de nuestro mar y, particularmente, la sobrepesca de recursos como la anchoveta –extraordinario potencial hidrobiológico- mereció su severa y tenaz crítica. En sus reiteradas denuncias, polémicas y artículos en las páginas del diario El Comercio alertó sobre los excesivos niveles de extracción de estos recursos en desmedro del equilibro marino.

Felipe Benavides consideró que el aprovechamiento de los recursos hidrobiológicos debía orientarse en función de las necesidades alimenticias de la población. Así lo puso de manifiesto al reiterar la importancia de diseñar una política nacional destinada a cubrir las expectativas de los sectores más deprimidos y al asumir la defensa de la concha de abanico, la sardina y la anchoveta. Paralelamente, cuestionó la escasa visión de nuestros gobernantes para incorporar esta fuente de alimentación en beneficio de la sociedad peruana, tal como lo hacían los antiguos peruanos.

En medio de estos intensos avatares conoce al vicealmirante Alberto Indacochea Queirolo, presidente del Instituto del Mar del Perú, cuya hidalga renuncia a este organismo en 1978, se debió a la “indignación” que causó al ministro de Pesquería, Francisco Mariátegui, la publicación -en algunos diarios de la capital- del informe del Imarpe que sugería prohibir la pesca de anchoveta. El ministro consideró que esta entidad científica había cometido una infidencia al revelar datos estadísticos que le correspondía conocer y evaluar a su portafolio. Indacochea, caballero honorable, actuó conforme a su juicio de valor y asumió una actitud consecuente con su limpia trayectoria profesional.

LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE 1979

En vísperas de la inauguración de la Asamblea Constituyente (1978) convocada por el gobierno militar del general Francisco Morales Bermúdez, Felipe Benavides hizo llegar un memorando que contenía sus apreciaciones a su presidente, el líder del Partido Aprista Peruano, Víctor Raúl Haya de la Torre (a través de su amigo, el dirigente aprista Armando Villanueva del Campo) proponiendo que la nueva Carta Magna incluyera un título acerca de los recursos naturales. Se acogió su iniciativa y, seguidamente, fue convocado para asesorar (ad honorem) a la comisión redactora del capítulo “De los Recursos Naturales”. Dentro de este contexto, la Constitución Política del Perú de 1979, incorpora -por primera vez en la historia del país- esta temática.

En esta iniciativa participó el honorable geógrafo, historiador y fundador de universidades peruanas, Javier Pulgar Vidal, quien como asesor ad honorem de esta comisión brindó sus apreciaciones para enriquecer el proyecto constitucional. Sus exhaustivos conocimientos de la realidad ambiental y de los recursos naturales del país, fueron invalorables para darle rigurosidad al texto de la Carta Magna.

De esta manera, el Perú fue el tercer país en América Latina (antecedido por Chile y Cuba) en considerar la ecología en su ordenamiento constitucional. Asimismo, incluyó el derecho del ciudadano de vivir en un “ambiente sano y ecológicamente equilibrado”, que también fue recogido como derecho fundamental de la persona en la Carta Política de 1993, denominada -por lo sectores democráticos- como “el documento de facto”.

EL PREMIO “J. PAUL GETTY”

El filántropo norteamericano Jean Paul Getty (1892 -1976) -de talante abierto y poco amigo de los convencionalismos- propietario de importantes corporaciones petroleras y dueño de un inmenso imperio mercantil consideró de trascendencia estimular a las personas dedicadas a la conservación de la naturaleza e instituyó el premio que lleva –hasta nuestros días- su nombre como una forma de crear conciencia sobre el valor de la ecología y la vida salvaje.

La convocatoria tuvo acogida a nivel internacional. En 1974, el jurado calificador seleccionó entre 554 candidatos, provenientes de 42 países a Felipe Benavides como su primer ganador por ser “responsable de muchos avances en la conservación en el Perú y América Latina, y más allá con respecto a especies amenazadas, especialmente, la vicuña y por sus esfuerzos para crear el Parque Nacional del Manú”.

El encargado de la entrega de este galardón fue el vicepresidente de los Estados Unidos, Nelson Rockefeller, en representación del presidente Gerald R. Ford, en ceremonia realizada en la Casa Blanca el 28 de enero de 1975. Los 50 mil dólares de la premiación los destinó para la creación del Instituto Paracas, un centro de investigaciones científicas y oceanográficas, ubicado en las orillas de esta histórica bahía.

El jurado estaba presidido por el príncipe Bernardo de Holanda –presidente honorario del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF)- e integrado por Robert G. Goelet, presidente de la Sociedad Zoológica de Nueva Cork; Honrad Lorenz, director del Instituto Max Planck; Bernard Grzimek, presidente de la Sociedad Zoológica de Frankurt; Meter Scout, director ejecutivo del WWF Internacional; Dillon Ripley, secretario del Instituto Smithsonian; Francis Kellogg, presidente del WWF de los Estados Unidos; Anne LaBastille, consultora del WWF; Maurice Strong, director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente; Russel E. Train, administrador de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, entre otras personalidades.

Fueron expresivas las congratulaciones provenientes de representantes de casa reales europeas. El príncipe Felipe de Inglaterra, el 27 de marzo de 1975, le dedicó estas palabras: “Yo he estado fuera y perdí las noticias de que te ganaste el premio Getty. Estoy realmente contentísimo. No puedo pensar en ninguno que haya alcanzado tanto, teniendo que afrontar tales dificultades. Muchas felicidades”.

El príncipe Bernardo de Holanda le escribió a Francis Kellogg: “Siento muy sinceramente no poder estar con ustedes esta noche para honrar a Felipe Benavides, el ganador del premio “J. Paul Getty” 1974. Sus esfuerzos de pionero en promover cooperación internacional en la defensa de especies latinoamericanas en peligro de extinción y sus infatigables energías en proteger la vicuña y crear el Parque Nacional del Manu, lo ha calificado muy bien para este honor. Su trabajo quedará como un monumento viviente a su desprendida dedicación. Ruego a usted transmitirle mis mejores recuerdos y efusivas felicitaciones”.

En 1975, Felipe es nombrado miembro del jurado internacional de este premio por invitación del príncipe Bernardo de Holanda y de J. Paul Getty, en reemplazo del mundialmente reconocido biólogo y científico Julian Huxley, fallecido ese año.

SU LEGADO

Felipe Benavides, como afirmó el recordado periodista Manuel D’Ornellas en su artículo “De pica, de rabia y pena” (Expreso, febrero 22 de 1991) fue: “....Un servidor de su sociedad, de su país, del medio ambiente, de la naturaleza. Por sentido del deber y de la responsabilidad, como cuando trabajaba de voluntario en las ambulancias en los bombardeos de Londres durante la Segunda Guerra Mundial””…Era un aristócrata. Acaso el último de esa especie en vías de extinción que asume la responsabilidad de servir y no la de servirse, que eso lo hacen los oligarcas. Dos cosas muy distintas, como él bien sabía”.

Su visión singular, amplia y moderna del rol de la ecología en la sociedad contemporánea resulta ahora incuestionable. Para él la conservación ambiental debía promover mecanismos inteligentes a fin de utilizar y beneficiar a los ámbitos menos favorecidos de nuestro país. Estuvo convencido de la necesidad de conciliar la agenda ambiental con las aspiraciones sociales de los más pobres. Por esas razones, luchó contra la sobrepesca de anchoveta y propuso la creación de una “contraloría” del mar. Aunque sus confrontaciones fueran solitarias e incomprendidas, tenía claro el norte de sus ideas.

Con insistencia aseveró: “…No bajaré mis brazos, sino el día que me muera”. Dedicó sus energías a las causas con las que estuvo comprometido. En él no había lugar para el descanso, ni la abdicación. Las comunidades campesinas, el Parque de Las Leyendas, la Reserva Nacional de Paracas, las gestiones para garantizar la confección de las telas de vicuña, entre otras múltiples tareas -de implicancias mundiales- absorbían su tiempo y vitalidad. Exigente consigo mismo, detallista, desordenado, avasallador y agresivamente franco. Así era este “quijote” del siglo XX.

Incomprendido y obstinado en sus firmes convicciones morales y ciudadanas. Su personalidad y estilo suscitaron envidias, conspiraciones, admiraciones y reconocimientos. Podemos afirmar, sin exageraciones, que su biografía retrata su comprometido con los destinos nacionales. Asumió con el Perú, del que fue duró crítico, un compromiso inequívoco que sólo su muerte detendría. El embajador Mateo J. Magariños de Mello lo ha recordado con estas expresiones: “Felipe Benavides ya no es patrimonio exclusivo del Perú y ni siquiera de América. Es un hombre que está en el tiempo y es del mundo”.

Como pocos en un medio fecundo en claudicaciones, jamás renunció a sus principios. Hizo de la decencia y la honestidad una cultura personal. Su ejemplo de vida y la coherencia de su actuar constituyen referentes que deben inspirar, a los peruanos de hoy y del mañana, fe, ilusión y esperanza en el futuro. Honor y gloria a Felipe.

(*)Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/