martes, 25 de enero de 2022

Felipe Benavides: Un peruano trascendente en Londres

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

Al cumplirse 30 años de la partida de Felipe Benavides Barreda (1991) comparto los entretelones de su estrecha e indeclinable relación con Gran Bretaña que, de forma concluyente, contribuyó a forjar su personalidad, nutrió sus sólidos valores, afianzó su vocación humanista y consagró su inspiración y entrega a las preclaras causas que abrazó al servicio del Perú.

Ésta se originó con el arribo a Londres de su padre, Alfredo Benavides Diez Canseco -renombrada figura del deporte latinoamericano, miembro del Comité Olímpico Internacional, diplomático y ex ministro de Marina y Aviación- como embajador plenipotenciario (1935); en 1936, fue acreditado como representante en los funerales del rey Jorge V y al año siguiente en la coronación de Jorge VI.

Felipe fue trasladado al Sir Edmundo Collage para culminar sus estudios escolares (1933- 1936). Entre 1936 y 1939, cursó su preparación superior en la Escuela de Economía y Ciencia Política de la Universidad de Londres, conocida en inglés como London School of Economics and Political Science. Su progenitor le asignó como tutor al político, periodista, sociólogo y líder del Partido Laborista Británico, Harold Laski. Allí hizo amistades que ocuparon notables responsabilidades gubernamentales como Peter Carington, integrante del Partido Conservador, quien sirvió como secretario de Defensa y Relaciones Exteriores y, además, secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

En aquellos años -y pensando siempre en nuestro país- realizó investigaciones sobre el contrabando de fibras; descubrió sus orígenes, modalidades y las corporaciones dedicadas al embarque de fardos mezclados con vicuña. Después de extensas pesquisas encontró una publicación titulada “The rarer wools” (1935), editada por la compañía textil escocesa “Elgin, James Johnston & Co. Woollen Manufacturer”. Así se origina su involucramiento con este emblemático recurso silvestre al que encaminó sus quehaceres y desvelos. Su intervención en el parlamento inglés fue determinante para prohibir la importación de sus lanas (1971) y, unas décadas después, logró el aprovechamiento de este camélido mediante la confección de telas registradas con la marca “Vicuñandes-Perú” (1987), procedentes de la esquila de animal vivo.

Otro aspecto resaltante de su permanencia en Londres está referido a su desempeño como tercer secretario ad honorem de nuestra legación (1937). El 1 de agosto de 1940 es nombrado canciller interino del consulado en épocas de la Segunda Guerra Mundial. Durante éstos duros padecimientos surgió su afán humanista brindando su colaboración voluntaria al manejar ambulancias y ayudar a rescatar a los afectados por los continuos bombardeos. “La guerra se siente bajos los pies, como si fuera un movimiento telúrico. La guerra es escuchada como el paso de una locomotora, halando interminables vagones. La guerra se mantiene viva dentro del cuerpo, como el latido de nuestro corazón. La guerra huele como si se viviera dentro de una fundición de hierro al fuego vivo”, precisó en su artículo “Londres bajo la guerra: 1939-1945”, difundido el 29 de setiembre de 1989 en El Comercio.

Esta dramática experiencia lo sensibilizó acerca de las implicancias de la naturaleza en la supervivencia de la población. La odisea de este atroz acontecimiento influyó en su inclinación conservacionista. Así lo afirmó a la revista Gente (1975): “…Luego me di cuenta que los miembros del reino animal no tienen ni voz ni voto, y los llamé, la ‘mayoría perseguida’, y considerando los grandes beneficios que el reino animal presta al hombre, pese a lo cual ha sido destruido casi irreparablemente el búfalo o bisonte americano, la ballena está siendo objeto de matanza despiadada y la vicuña casi sufre extinción irreparable. Todo ello, me llevó a luchar en pro de la conservación de las especies animales”.

Benavides anhelaba enrolarse en la Real Fuerza Aérea para servir a la nación que lo había acogido; cooperó con valentía en la liberación de residentes ingleses en territorio alemán y efectuó labores de espionaje. Esta consecuente participación ameritó recibir de la reina Elizabeth II del Reino Unido la “Excelentísima Orden del Imperio Británico”, en el Grado de Oficial de la Orden (OBE), el 3 de julio de 1963.

Años más tarde, cuando estaba envuelto en temas ecológicos, su amigo Felipe de Inglaterra, el 5 de abril de 1966, le escribe una carta con sus preocupaciones sobre al exterminio de las aves guaneras: “…No hay duda que la interrelación entre las aves y de los peces de los que ellas dependen es extraordinariamente complejo y necesita una investigación científica cuidadosa. Sin embargo, el peligro hacia el recurso natural importante producido por las aves, como también a la misma existencia de las aves, como también a la misma existencia de las especies de las aves involucradas, parece llamar a una acción de emergencia”.

Un suceso inesperado facilitó poner a disposición de la patria sus contactos en las altas esferas inglesas al resolver la crisis desatada con la empresa estatal británica que había construido embarcaciones militares para la armada peruana y que ésta no estaba en condiciones de cancelar. En comunicación a nuestro embajador en los Estados Unidos, Fernando Berckemeyer Pazos, del 23 de enero de 1973, dice de lo acontecido: “…Después del total fracaso de Ademar Montagne ante el gobierno de Su Majestad Británica, así como la de su embajador en el Perú, la situación se puso color de hormiga, a tal punto que en la ceremonia (de condecoración) ante los almirantes y mis familiares, el ministro dijo que no era solamente las críticas relaciones entre la Marina y un astillero, sino lo que era aún más serio, entre dos naciones”. La Marina de Guerra del Perú le otorgó la “Cruz Peruana al Mérito Naval”, en el Grado de Comendador, el 16 de enero de 1973. La distinción la impuso su titular, el vicealmirante Luis Vargas Caballero.

El 28 de enero de 1975, recibió del vicepresidente estadounidense Nelson Rockefeller, en la Casa Blanca, el premio “J. Paul Getty” instituido por el reputado filántropo norteamericano con el aval del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). El jurado calificador -presidido por el presidente del WWF, su alteza Bernardo de Holanda- lo nominó entre 525 candidatos provenientes de 42 países, como su primer ganador. El duque Felipe de Edimburgo, el 27 de marzo de 1975, le aseveró: “He estado fuera y perdí las noticias que ganaste el premio Getty. Estoy realmente contentísimo. No puedo pensar en ninguno que haya alcanzado tanto, teniendo que afrontar tales dificultades. Muchas felicidades”.

La admiración del príncipe Felipe es expresada al primer director general del WWF y coordinador europeo del Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW), Ian MacPhail, en una misiva del 22 de diciembre de 1985: “…Estoy muy complacido en saber que él esta tan activo como siempre. Espero que su especie no esté en peligro, de lo contrario todo el movimiento de conservación colapsaría. La realidad es que él es un espécimen único de esta especie y tiene que hacer cosas a su manera. Le deseo todo el éxito”.

Su avasalladora personalidad envuelta en tenaces luchas, avatares solitarios e hidalgas convicciones lo llevó a retornar a la tierra natal de William Shakespeare para el estreno de la película “Benavides” -creada por Saxon Logan Film Productions Ltd. del afamado cineasta americano Saxon Logan, favorecido con un galardón Emmy- transmitida por el canal cuatro de la televisión británica, a una audiencia de diez millones de personas en Europa, el domingo 13 de enero de 1991. En esta producción dejó constancia de la “hipocresía y la deshonestidad” imperante en el mundo de las cuestiones ambientales.

En aquel lugar se enteró de su destitución de la presidencia ad honorem del Patronato del Parque de Las Leyendas, el más emblemático centro arqueológico, botánico y zoológico de Lima, del que había sido su principal gestor y fundador (1964). Asumió con hidalguía esta sórdida determinación promovida por una camarilla de oscuros adversarios cercanos al residente de Palacio de Gobierno que, con posterioridad, se convirtió en un repugnante dictador. Mientras tanto surgieron innumerables y enfáticas adhesiones públicas, de todos los sectores de la sociedad, por este incalificable despojo.

En la Gran Bretaña que selló su destino, fallece el 21 de febrero de 1991 -cuando se encontraba internado en el Queen Elizabeth Hospital- acompañado de su esposa María Luisa y su hijo Diego Francisco. Así culmina la existencia de un ser humano universal, cuyo legado es patrimonio de todos sus conciudadanos e inequívoco referente moral para los hombres y mujeres de hoy y del mañana. Su recuerdo y valía perdurarán en el tiempo, en la historia y en la memoria de muchos.

(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/

En el Día del Campesino: Reflexiones sobre la vicuña

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*) 

Desde el 24 de junio de 1994, se celebra en la Reserva Nacional de Pampa Galeras -coincidiendo con el “Día del Campesino”- la afamada “Fiesta del Chaccu” -que en quechua significa “captura de vicuñas”- con la numerosa participación de comuneros, turistas y autoridades. Es una hermosa y representativa tradición, cuyos orígenes se remontan a la época de los antiguos peruanos, en la que el pueblo era convocado para perpetuar un ritual a la tierra en agradecimiento a la protección otorgada por los dioses.

Esta conmemoración de milenaria trascendencia cultural es descrita en las documentadas crónicas de Pedro Cieza de León, Bernabé Cobo, Garcilaso de la Vega, entre otros. No se conoce de un despliegue tan profuso de personas -provenientes de los ayllus- y de animales salvajes que armonicen los objetivos de los habitantes locales de preservar una especie y su ambiente. Esta actividad permitía a los aborígenes reunirme y formar un inmenso cerco de arreo de vicuñas hasta acorralarlas para su esquila y posterior elaboración de prendas de vestir para la realeza y sus descendientes.

Un pertinente comentario entre paréntesis en relación al “ayllu”. Según referencia del ilustre historiador, académico y escritor Luis Eduardo Valcárcel Vizcarra, en su artículo “Las comunidades indígenas del Perú”, aparecido en Perú Indígena (1953): “La persistencia del ayllu que para gentes miopes es un obstáculo para el desarrollo económico del país, viene a ser, por el contrario, uno de los medios más eficaces de favorecerlo, pues, en otros países, como Venezuela, Puerto Rico, Brasil, donde se realizan proyectos de mejoramiento social, se tiende a formar artificialmente comunidades de productores. El Perú, por suerte, cuenta con ellas, desde tiempo inmemorial y con una vitalidad y lozanía que auguran un desenvolvimiento que asombrará a las próximas generaciones”.

La vicuña es un admirable exponente sudamericano apreciado por nuestros antepasados, efigie ancestral del universo andino y altamente cotizada por su valiosa y fina fibra la que, por cierto, se ha vendido en 2,500 dólares el metro de tela en los mercados europeos. Este importante género silvestre sigue aguardando convertirse en una alternativa para asegurar el bienestar económico y social de los sectores campesinos.

Hagamos un poco de historia acerca de los entretelones de la exitosa fase de rescate de su extinción. Cuando llegó al Perú el experto británico Ian Grimwood -su población estaba en su más bajo índice- informó de la existencia de casi 5,000 ejemplares, de las cuales 1,000 se encontraban en la zona de Pampa Galeras (Lucanas, Ayacucho). Esa razón, motivó a Felipe Benavides Barreda, presidente del Patronato de Parques Nacionales y Zonales (Parnaz), a negociar la cooperación económica y técnica a fin de implementar la primera área natural protegida de este camélido: la Reserva Nacional de Pampa Galeras (1967).

Durante casi dos décadas se canalizó la efectiva asistencia de la República Federal Alemana para salvar a esta especie con la intención de usufructuar su lana. Se logró llegar a un censo favorable que facilitó al gobierno presentar en la sexta conferencia anual de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites) -realizada en Canadá en 1987- el pedido en representación de los integrantes del Convenio de la Vicuña (Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador y Perú) para fabricar confecciones "provenientes de la esquila de animal vivo", registradas con la marca “Vicuñandes-Perú”. Sin vacilación se inició una nueva era llena de perspectivas.

Se esperaba que esta autorización -aprobada por unanimidad y que, además, mereció el elogio de organizaciones científicas y ambientalistas mundiales- diera paso a un proceso compartido y conciliado de participación entre las comunidades, las empresas privadas nacionales y el Estado, éste último encargado de la comercialización de las telas. Lamentablemente, como advirtió Felipe “muchas de las grandes causas conservacionistas convertidas en luchas internacionales, tarde o temprano, ingresan al terreno de la desilusión”.

A partir de 1991, se distorsionó este planteamiento encaminado a asegurar su aprovechamiento. Se dictaron erradas, demagógicas e irresponsables disposiciones legales que entregaban al campesinado su tenencia y usufructo y, especialmente, se desmanteló el esquema concedido por la Cites. En consecuencia, la utilidad económica alcanzada hasta nuestros días, es incoherente con las demandas de los actores sociales dedicados a su conservación, manejo y explotación.

La vicuña carece de un sólido marco institucional competente para orientar su destino. Es fundamental que la frívola, pusilánime e insensible burocracia capitalina interprete el sentir de las asociaciones rurales, articule sus demandas y trabaje en favor de sus íntegras aspiraciones. Es momento de empezar las necesarias transformaciones destinadas a su inclusión en la agenda del desarrollo sostenido.

De otra parte, debemos enfrentar las gravísimas consecuencias de su caza furtiva en nuestras lejanas serranías. Es conveniente establecer sistemas de coordinación con la policía, los agentes fronterizos, idear un ordenamiento jurídico estricto e implementar programas de capacitación en las instancias judiciales. Se hace imperioso fortalecer la autonomía y capacidad de gestión de las comunidades para impartir entrenamiento y canalizar financiamiento conducente a enfrentar este drama de indudables implicancias.

Mi homenaje solidario al aldeano de la vieja hacienda, al moderno agricultor y al parcelero que lucha sin desvelos por enaltecer la justicia social. Mi adhesión sincera porque también nos alimentan con su inequívoco ejemplo de empeño, fe y perseverancia. Al respecto, me complace compartir lo expuesto por Luis Eduardo en su escrito “Los problemas del campesinado” (El Comercio, junio 24 de 1955): “En este Día del Indio debe desaparecer ya todo lirismo infecundo: su problema es el del campesino en general que solo puede ser resuelto a la luz de la ciencia y con procedimientos de la más depurada técnica. Está formada la conciencia nacional sobre el valor inmenso de nuestro campesinado que integran más de seis millones de hombres que pueden producir y consumir muchísimo más que hoy, contribuyendo al desarrollo general del país y a su imperiosa independencia económica”.

Por encima de controversias acaloradas, ilusiones incumplidas y legítimas expectativas insatisfechas, la vicuña es un emblema de nuestra peruanidad y, por cierto, denota la ausencia de mecanismos enfocados a insertar un recurso natural de incalculables dividendos en la existencia de miles de hombres y mujeres. Abrazo la convicción que los lugareños andinos perciban compensados sus esfuerzos, entregas y sacrificios para garantizar la supervivencia de este imponente símbolo. Será un noble acto de probidad.

(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, autor del libro “La saga de la vicuña”, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/

Ballenas: Una vez más en peligro

 

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

Japón ha anunciado su retiro de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), el foro mundial -firmado el 2 de diciembre de 1946 e integrado por más de 80 estados- constituido para proporcionar una adecuada conservación de las poblaciones de ballenas y posibilitar el desarrollo controlado de su industria.

Su sobreexplotación y la imposibilidad de calcular las capturas sostenidas de este recurso, llevaron a la CBI -cuya sede se encuentra Brighton (Inglaterra)-, a partir del 23 de julio de 1982, a establecer una moratoria que prohíbe su extracción comercial y autoriza solo delimitadas cuotas con fines científicos. Uno de los votos a favor fue de España, una nación ballenera. Otros países balleneros como Brasil, Chile, Islandia y Corea del Sur, opuestos a la decisión, finalmente la aceptaron; Japón, Noruega, Perú y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas ejercieron su derecho de objetar esta determinación.

Valiéndose de esa excepción, el Imperio del Sol Naciente extrae entre 200 y 1,200 ejemplares cada año. Según la BBC News Mundo “la decisión de Japón, miembro de ese organismo desde 1951, tendrá graves consecuencias, según los grupos ecologistas, entre ellas que el país podrá cazar libremente especies actualmente protegidas por la CBI, como las ballenas minke”.

Desde su perspectiva, la CBI está comprometida solo en la preservación de esta especie. Un parecer polémico que afecta la especie. Más aun considerando sus antecedentes en relación a su caza con aparentes intenciones de investigación, que han encubierto pretensiones mercantiles. “En materia de ballenas los japoneses tienen fama de ‘atilas’ y el entregarles la licencia de caza exclusiva para capturar ballenas en mar peruano en la década de 1970, fue como nombrar a ‘drácula’ de custodio de niños”, afirmó Felipe Benavides Barreda (1917 – 1991).

Al respecto, recordemos su despiadada depredación en nuestras costas. Todo empezó cuando se descubrió, el 17 de noviembre de 1954, la presencia -dentro de las 200 millas de mar territorial- de la imponente expedición del magnate griego Aristóteles Onassis (1906 - 1975), compuesta por el barco “Olympic Challenger” de 18,000 toneladas y 16 buques cazadores que lograron obtener una ganancia de cuatro millones quinientos mil dólares.

Las reacciones fueron inmediatas: protestas formales llovieron de Estados Unidos, Gran Bretaña, Dinamarca, Noruega y Suecia. El canciller británico Antonhy Eden fue llamado por la Cámara de los Comunes. El gobierno inglés indicó que la escuadra estaba asegurada por la firma Lloyd’s, de Londres y, además, no reconocía el límite de las 200 millas. El mandatario de facto Manuel A. Odría respondió: “Los procedimientos y actitudes asumidos por el Perú, en relación con la flota ballenera del citado Onassis, son actos de soberanía, en cuyo respecto mi gobierno no puede aceptar reservas o reclamaciones”.

La fuerza aérea y marítima peruana neutralizaron la presencia de esta flotilla con bombardeos de advertencia. Los destructores Aguirre y Rodríguez apresaron a los navíos “Olympic Victor” y “Olympic Lightning”. Otros dos buques quedaron arrestados a 40 millas más al sur, frente al puerto petrolero de Talara (Piura). Un quinto estuvo obligado a entrar al muelle. Tiempo más tarde, el empresario vendió por ocho millones quinientos mil dólares su corporación a Kyokuyo Hogei Kaisha Whaling Company.

Benavides evocó estos episodios en su artículo “¿Vandalismo dentro de nuestras 200 millas?”, aparecido en El Comercio, el 11 de abril de 1974: “…Con tres millones de dólares fueron multados, pero el Perú no recuperó las 4,000 ballenas muertas. En el pasado tuvimos una floreciente industria de pesca de cachalotes en la bahía de Pisco. No cerraron sus puertas por quiebra, sino más bien por falta de ballenas. En Paita otra fábrica mataba ballenas azules, el animal más grande que ha existido, quedan hay en el mundo menos de 900”.

Es interesante anotar la importancia de la Declaración de Santiago (1952) suscrita por Chile, Ecuador y Perú, entre otras finalidades, para “cuidar de la conservación y protección de sus recursos naturales y reglamentar el aprovechamiento de ellos, a fin de obtener las mejores ventajas para sus respectivos países”. Igualmente, el Convenio sobre Zona Especial Fronteriza (1954), rubricada por estas naciones, precisó: “la pesca o caza dentro de la zona de 12 millas marinas a partir de la costa está reservada exclusivamente a los nacionales de cada país”. Estos acuerdos facilitaron a las autoridades contar con sólidos argumentos jurídicos orientados a enfrentar la foránea presencia de la actividad pesquera.

En 1966 llegó al Perú el observador de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN), el renombrado piloto norteamericano Charles Lindbergh -conocido como el “Héroe del Atlántico” por su hazaña al ser el primero en cruzar en su avión el océano Atlántico desde Nueva York hasta París el 21 de mayo de 1927- a fin de solicitar al presidente Fernando Belaúnde Terry, su intervención para detener el exterminio de la ballena azul en Paita, donde se había detectado una extracción de 80 especímenes el año anterior.

Durante décadas se han diezmado abundantes géneros en peligro. Así lo acreditan las sórdidas operaciones montadas en Paita (Piura) para exportar carne de ballena Bryde al Japón. Al comienzo de la década de 1970, el Perú suministró el 20 por ciento de las importaciones de carne de este cetáceo al mercado nipón y el 50 por ciento de las adquisiciones de estados costeros con los que la industria japonesa instituyó pactos. Es decir, esta región se convirtió en un elemento primordial de la estrategia asiática para asegurar la provisión de su carne, en vista de la disminución de las reservas en el Antártico y en el Pacífico Norte.

Sobre esta compleja problemática, Felipe en su discurso “Una voz clamando en el desierto” en el Congreso Mundial sobre Vida Silvestre (Johannesburgo, octubre de 1977), dijo: “El exceso de pesca y de caza de la ballena que algunas naciones aún permiten es un asunto muy serio para la supervivencia de los mares. La ciencia marina no ha justificado aún con seguridad la actual destrucción por el hombre de enormes cardúmenes de peces en todos nuestros océanos. Grandes flotas equipadas con técnicas electrónicas ultra modernas tienen el poder de barrer cantidades masivas de peces a expensas de las naciones más pobres. Seamos honestos y fijémonos en las banderas de propiedad de esos modernos barcos pesqueros. También, fijémonos en el destino del pescado capturado”.

Las gestiones para suscribir el Perú la CBI fueron intensas, prolongadas y complicadas: nuestra patria se adhirió el 18 de junio de 1979. Del mismo modo, la Célula Parlamentaria Aprista (1979) presentó un Acuerdo de Cámara -coincidiendo con la visita de inspección de la embarcación insignia de Greenpeace, “Rainbow Warrior”- tendiente a aceptar la suspensión de su cacería y desplegar su activa protección en nuestro litoral.

No obstante, se perdió prontamente el derecho a voz y voto en la CBI por incumplir con la contribución financiera anual. La delegación peruana, que asistió a la reunión del comité científico de la CBI (1982), debió soportar la humillación de solicitar documentos prestados a otras representaciones y, al mismo tiempo, tener que defender sus opiniones técnicas. Una indudable vergüenza que evidencia el desinterés del Estado peruano.

Asimismo, nuestro país ha quebrado las regulaciones en numerosas ocasiones al apresar cachalotes en exceso -por encima de la cuota fijada-, al extraer tallas inferiores de Bryde y no presentar reportes sobre infracciones y datos estadísticos a la comisión. Todo ello, mereció enfrentar acusaciones por exportar de “forma ilegal carne proveniente de animales de tamaño reducido al Japón, quien a su vez la estaba importando en forma incorrecta”.

“Si el Perú quiere beneficiarse algún día de la recuperación de los stocks de ballenas en el Pacífico suroriental es para su interés propio que la CBI sea un instrumento efectivo de cooperación y de regulación internacional. El disminuir la efectividad de la CBI al presentar objeciones a sus decisiones es, a la larga, contraproducente. Por otra parte, se derrota el objetivo mismo de un acuerdo científico internacional”, precisó el informe elaborado en 1982 por el Centro Tinker para Estudios Costeros de la Escuela Rosenstiel de Ciencias Marinas y Atmosféricas de la Universidad de Miami (USA).

La subsistencia de estos majestuosos mamíferos demanda el solidario compromiso de la comunidad internacional; por lo tanto, se hace imperativo respetar la moratoria con el afán de garantizar su existencia en el planeta. Su inteligente aprovechamiento ecoturístico es una opción sostenible a la que debemos apelar en su salvaguarda.

Nunca más actuales las sabias expresiones del afamado poeta, dramaturgo y novelista francés Víctor Hugo (1802 – 1885): “Primero, fue necesario civilizar al hombre en su relación con el hombre. Ahora, es necesario civilizar al hombre en su relación con la naturaleza y los animales”. 

(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/

¿Vicuñas en el Chimborazo?

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

Se han cumplido 30 años de la instauración de la Reserva de Producción de Fauna Chimborazo (1987), ubicada en las provincias de Chimborazo, Bolívar y Tungurahua (Ecuador). Este admirable y espléndido refugio silvestre, con una extensión de 58 560 hectáreas, reúne excelentes condiciones ecológicas para la vicuña.

 Deseo mencionar los detalles, protagonistas y sucesos acerca de la reintroducción de este camélido. En tan sentido, empezaré haciendo un breve recuento: comprendiendo que la cooperación bilateral es uno de los más eficientes mecanismos para la preservación de los recursos naturales renovables, se dispusieron -desde fines de la década de 1960- contactos entre las autoridades de Bolivia y Perú tendientes a encontrar coincidencias para celebrar un acuerdo enfocado a la recuperación de la vicuña.

Contando con el activo rol de los ministerios de Agricultura de ambos países, se rubricó el Convenio para la Conservación de la Vicuña (La Paz, el 16 de agosto de 1969) por un período de diez años -pudiendo ser ampliado- y quedó abierto a la adhesión a los gobiernos de Argentina, Chile y Ecuador. Este instrumento jurídico prohibió “la caza de la vicuña, así como a derogar todas las disposiciones legales que permite, dentro de sus respectivos territorios, el comercio de sus lanas, pelos, pieles y manufacturas de éstos, cualquiera que sea su origen. Igualmente, se comprometen a impedir el tráfico de los productos de la vicuña procedentes del comiso”. En su cristalización participaron el especialista en camélidos sudamericanos e investigador boliviano Armando Cardozo González (1928 – 2008) y el ambientalista y diplomático peruano Felipe Benavides Barreda (1917 – 1991).

 Uno de los objetivos al momento de promover este tratado, estuvo encausado a incluir al Ecuador y, por lo tanto, lograr reincorporar esta especie en dicha nación. Es así que Benavides, inspirado en su afán de darle respaldo a estas intenciones, logró que la conferencia de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) -desarrollada en San Carlos de Bariloche (Argentina)- sirva de sustentación para suscribir el convenio y empezar con celeridad los procedimientos para erigir un área natural protegida en tierras ecuatorianas.

 En tal virtud, transcribo algunos fragmentos de la carta a su amigo, el secretario general de la Organización de Estados Americanos y ex mandatario ecuatoriano Galo Plaza Lasso (1906 – 1987), del 14 de diciembre de 1973: “…Te interesará saber que he propuesto al gobierno ecuatoriano la creación de un parque nacional o reserva en las cercanías del Cotopaxi. Antaño Ecuador tuvo vicuñas en su andes y mi deseo ahora es devolverlas a su hábitat natural, donde fueron destruidas por el hombre irresponsable. Esa misma área debe de proteger al cóndor, que se encuentra representado en el escudo nacional del Ecuador; pero que, muy lamentablemente, puede desaparecer en los cielos de tu bella, tierra. Fuera del aspecto conservacionista, este parque nacional puede ser un atractivo turístico de importancia, sobre todo considerando que ahora los visitantes a las Galápagos no tienen oportunidad de conocer la fauna y flora ecuatoriana”.

 “He solicitado al gobierno ecuatoriano que se adhiera al Convenio de la Vicuña, firmado por Bolivia, Chile, Argentina y Perú, y así formar parte de los países andinos que defienden y conservan el animal que lleva la lana más fina del mundo, y en el futuro ofrecer a sus campesinos una nueva fuente de riqueza. Tu apoyo para este proyecto será ampliamente apreciado”. De su lectura se desprende su propósito de coadyuvar con el anhelo de reintroducir este camélido y destaca su importancia económica y social.

 Dentro de este contexto, debo resaltar lo expuesto en el informe titulado “Preliminares sobre la presencia y trascendencia de los camélidos en el Ecuador”, de autoría de Cardozo, en el que analiza su evolución desde tiempos del Imperio de los Incas. En el capítulo “Las llamas en los relatos de la colonia” precisa: “…Los camélidos en la relación de cronistas españoles clásicos son comunes, generales y definidos. No sólo se describe su presencia sino también se distinguen las especies. Los sacerdotes Cobo (Bernabé) y de Acosta (José) mencionan claramente las cuatro especies. El P. Acosta en el capítulo XL destaca a las vicuñas que son silvestres y los ‘carneros’ que son ganado doméstico. Aún más discute y comenta que no son las ‘capreas’, como dicen algunos, reconoce la similitud, pero las vicuñas no tienen cuernos, concluye. En el capítulo siguiente se refiere a las otras dos especies: de los pacos y guanacos y carneros del Perú. El P. Cobo, a su vez, cita a las llamas y por aparte escribe: ‘También estaba amojanados los cazadores y cotos del ganado bravo y silvestre, como eran guanacos, vicuñas y venados…’”

 Se habían completado los elementos científicos e históricos y solo faltaba el componente legal y, al mismo tiempo, enfrentar una enorme barrera burocrática para culminar esta misión. Nuestro compatriota planteó al ministro de Agricultura y Ganadería del Ecuador, Raúl Cabrera Sevilla su intención de fundar una entidad conservacionista e incluso tramitar ante el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF) la asistencia para establecer el Parque Nacional del Cotopaxi.

 En este aspecto, los esfuerzos de Benavides fueron persistentes. Así lo dejó entrever en su misiva al citado funcionario del 23 de enero de 1975: “…Es mi deseo desde hace algunos años, volver a reintroducir la vicuña en zonas del Ecuador, donde habito en el pasado, pero debido a la insidia del hombre fueron eliminadas de su propio hábitat. Para tal fin, estamos esperando la firma del Convenio de la Vicuña por vuestro país y de esta forma poder iniciar la reintroducción de este valioso camélido en vuestro territorio. Seguramente le interesará saber a usted señor ministro, que en la reserva de vicuñas de Pampa Galeras tenemos actualmente 12 554 ejemplares, habiendo solamente unas 1 200 vicuñas hace unos siete años”.

 Valiéndose de su cercana amistad con el ex inquilino del Palacio de Carondelet, prosigue en sus empeños y en su epístola del 11 de julio de 1975 le dice: “…Es indispensable que Ecuador firme esa adhesión para que yo pueda iniciar las negociaciones para la reintroducción de la vicuña en el área del Cotopaxi. La persona llamada a preparar el documento de adhesión debe ser el señor Augusto Pérez Anda, director del Departamento de Actos y Convenios Internacionales del Ministerio de Relaciones Exteriores”.

 También, sugirió elaborar proyectos para obtener del WWF la cooperación orientada a programas de conservación para la vicuña. Quiero recordar que la contribución de la Sociedad Zoológica de Frankurt -que aportó dos millones de dólares por recomendación de su presidente, Bernardo Grzimek- y de la Misión de Cooperación Técnica de la República Federal Alemana ha sido determinante para salvaguardar esta especie en nuestro país.

 Ecuador se une al Convenio de la Vicuña (1979). En 1988 el Perú envió 100 vicuñas -provenientes de la Reserva Nacional de Pampa Galeras (Lucanas, Ayacucho)- de conformidad con la Resolución Nro. 34/85 de este acuerdo que resuelve: “Requerir a los miembros del Convenio de la Vicuña prestar pronta atención al pedido ecuatoriano, así como ofrecer las mejores facilidades posibles para el éxito de su programa”. Su captura, traslado y adaptación fue exitosa y, además, su población se ha ido incrementando: el último estudio (2012) registró 4 824 individuos.

 Así concluyeron con satisfacción las diligencias encaminadas a lograr que esta nación, con la que tenemos un sólido vínculo, logre su reintroducción. El aprovechamiento sostenido de su bella y cotizada fibra será en el futuro una nueva opción económica y, en consecuencia, un aporte significativo para mejorar la calidad de vida de los moradores andinos.

 Sin embargo, aún subsiste el agudo peligro de su caza furtiva debido a la cuantiosa demanda de su lana en los mercados europeos y asiáticos y, especialmente, por existir deficientes dispositivos y ausencia de medios para enfrentar tan lacerante amenaza. De allí la imperiosa necesidad de fortalecer el Convenio de la Vicuña como el marco normativo que encamina las acciones conjuntas llevadas a cabo por cada país dentro de sus ámbitos de influencia. Por desgracia, el Perú es el principal escenario de su cacería ilícita, por albergar la mayor concentración de este preciado exponente de fauna silvestre.

 Mi homenaje a los ciudadanos de nuestra América Latina -citados en esta nota- gracias a cuya visión, desvelo, tenacidad y convicción, se consiguió sacar adelante la importantísima causa regional de la vicuña, superando obstáculos, limitaciones y apatías. Tres décadas más tarde los resultados son esperanzadores y constituyen un símbolo de nuestra ansiada y genuina integración.

(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda.  http://wperezruiz.blogspot.com/