El Comercio, marzo 19 de 1991
Por:
Raúl Morey Menacho (*)
Felipe Benavides Barreda, el peruano más aplaudido y prestigiado internacionalmente después de Javier Pérez de Cuéllar, murió sorpresivamente de cáncer en Londres, tras muchos años de lucha en la conservación y defensa de la naturaleza y la ecología peruana.
Brillante orador y mejor pluma, con recia personalidad, puso su verbo, talento y vida al servicio de este noble ideal. Inteligente y directo en su defensa y ataque, no perdonaba mentiras, bajezas o falacias de quienes ocultaban intereses soterrados, denunciando a “falsos ecologistas” con palabras de fuego y agudeza de estilete. Esta actitud ética la tuvo como norma de vida llevada con apasionamiento y a veces enfurecimiento, ganándose entrañable amigos e implacables adversarios.
Educado en Londres en plena Segunda Guerra Mundial en colegios exclusivos para la nobleza, conoció desde joven el peligro de los devastadores bombardeos nazis, forjándose un carácter enérgico y espíritu de lucha. Vivió con esplendidez, siendo primero diplomático, pero su vocación naturalista lo decidió a consagrarse a esta defensa, conocedor de la riqueza que se depredaba aceleradamente en su patria. Desde entonces el resto de su vida fue una guerra sin cuartel, organizando instituciones protectoras, promocionando leyes y a quien fuere. Para comprenderlo es necesario conocer algo de “el hombre y sus circunstancias”.
Un hecho insólito ocurrido hace 30 años lo pinta de cuerpo entero. En una céntrica calle de Londres, una prestigiosa tienda vendía tejidos hechos con lana de vicuñas peruanas a 1,500 dólares la yarda, cuya procedencia sabía que era clandestina. Increpó al vendedor de tal comercialización estaba prohibida internacionalmente, más al no hacerle caso, premunido de un bastón, rompió con gran escándalo las vitrinas de la tienda llamando a grandes voces a la policía para apresar al propietario. La noticia se publicó en primera plana de los diarios londinenses, sorprendidos por la forma como nuestro compatriota defendía la vicuña. Más, logró su objetivo: decomisarse la mercadería y sancionarse al infractor. Narraba así, festivamente, que jamás pagó con mayor beneplácito los daños causados al local y la simbólica multa impuesta por “perturbar el orden sin autorización municipal”.
Es indudables que uno de los mayores méritos en su campaña en los 50 años dedicados en defensa de la vicuña, que estuvo al borde de la extinción como especie. Con una donación europea creó la Reserva Nacional Pampa Galeras y después la Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blanca en Arequipa; logrando, finalmente, inscribir en la Convención Internacional sobre el Comercio de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites) que solo bajo la sigla “Vicuñandes”, seguido del país de origen, se confeccionaran telas, por los países andinos, obtenidas mediante esquilas controladas.
Pero, esta tarea no le fue fácil. Su intransigencia ante todo lo mediocre o autoridades faltas de ética era conocida. Cuando los directores del Proyecto Especial de Utilización Racional de la Vicuña del Ministerio de Agricultura decretaron la muerte (saca) de 8,045 vicuñas en Pampa Galeras por “sobrepoblación”, sin fundamento técnico alguno ni conteo de la población real de auquénidos, exterminándolas en forma irracional y cruel, incluyendo a ejemplares preñados, motivó un violento enfrentamiento público con Benavides.
Éste afirmó que tales vicuñas podían ser trasladadas a otro lugar, la reserva de Aguada Blanca, sin dificultad, probando después que era posible, denunció paralelamente que aquello que movía en el fondo era el interés por las pieles y lanas. Indignado por la consumación de esos hechos y como apoderado de la comunidad campesina de Lucanas (Pampa Galeras) y el apoyo del Frente Ecológico Peruano, inició un juicio penal contra el responsable directo, resultando sentenciado tras cinco años de juicio con un año de prisión condicional y pago de multa de cinco millones de soles, por los delitos en contra de los Derechos de Función y Profesionales. Es a partir de este entredicho y juicio iniciado en 1980, que Felipe Benavides tuvo que soportar luego una guerra sucia, llena de calumnias y acusaciones, que no eran sino patrañas sin pruebas de nada. Pensarse que actuaba por intereses personales era no conocerlo, inconducta que solo existe en la imaginación de sus detractores.
Pero, allí no termina esta lucha. Si algo lo
caracterizó era su coraje para enfrentarse directamente a las falsas
fundaciones ecologistas, denunciándolas no solo nacionalmente sino en el plazo
internacional, trabando sus propósitos. Aún está presente el tinglado de
calumnias presentada por malos peruanos en la Sexta Conferencia Anual de la
Cites (Canadá, 1987), sobre cambiar a la vicuña del apéndice uno (de reserva
bajo control) al apéndice dos (de exportación libre) repartiéndose panfletos
acusándolo de interés en esa lana.
El doctor Ian MacPhail, escocés de gran renombre, indignado por tales calumnias, contó que pretendieron sobornarlo para “comprar su voto”, al que le siguieron las declaraciones de otros asistentes en el mismo sentido, terminando el congreso con el voto unánime de los 96 países, de respaldo y ovacionándolo. Se le calificó de portaestandarte de la “moralidad de los ecologistas” y de la “ética ambiental”. Una torpe maniobra se transformó en el mayor reconocimiento mundial a su persona.
Felipe Benavides está ya en la historia del país. Al ganar el premio J. Paul Getty en 1975, presentado por un grupo de amigos con 525 candidatos auspiciados por sus gobiernos, destinó el íntegro del premio a una fundación para el estudio del ecosistema de Paracas. Llegó a adquirir tal conocimiento del conservacionismo del globo y del Perú en especial, como el más calificado experto, razón por la cual fue invitado por la Academia de Ciencias de Moscú, universidades de Oxford, Cambridge, etc., incluso por el Congreso de los Estados Unidos, recibiendo doctorados, títulos y condecoraciones. Silenciosamente investigó en el Parque de Las Leyendas el comportamiento de la vicuña en cautiverio, logrando por selección natural y alimentación adecuada en la tercera generación, lana más larga y bella, contradiciendo todo lo escrito al respecto.
Sin embargo, por cruel ironía de la vida, se le destituye sin mayores contemplaciones de la presidencia del Patronato del Parque de Las Leyendas que fue creación suya, cuando precisamente estaba defendiendo los intereses peruanos en Europa, cercano ya su fin; esto fue un éxito de sus enemigos. Al igual que el embajador Javier Pérez Cuéllar, que fue vetado por el Senado de la República en 1981 para representar al Perú, y fuera elevado al más alto sitial del globo en las Naciones Unidas, hoy Benavides es exaltado internacionalmente como el gran luchador por la conservación y ética ecológica. Triste destino de nuestros grandes hombres que tienen en su propia patria sus más encarnizados y astutos detractores.
Hoy Felipe Benavides descansa en paz. Nació con una gran vocación que la cumplió a cabalidad. Murió en la única forma en que era posible, con integridad y bonhomía, defendiendo su patria, preocupado y dolido por el Perú y de que su obra no fuese continuada. Nos ha dejado un legado ético y de trabajos que una legión cada vez más numerosa de idealistas recoge, tomando la posta y su mensaje. Solo que decir: gracias Felipe por tu ejemplo.
(*) Arquitecto, catedrático de la
Universidad Nacional de Ingeniería, conservacionista, exsecretario de la Junta
Deliberante Metropolitana de Lima e integrante del Frente Ecológico Peruano.
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