domingo, 5 de enero de 2014

Discurso de Felipe Benavides en la cena de gala del
Premio “J. Paul Getty”
Palacio de la Organización de los Estados Americanos
Washington, 1975


Señoras y señores,

La nación más adelantada del mundo ha enviado el hombre a la Luna, mientras que los países más pobres apenas sobreviven en la Tierra y las posibilidades de sobrevivir del reino animal, perseguidos por el hombre, aún son menores.

Parece, a veces, que el hombre es un ser incorregiblemente auto-destructivo, sin reparar que al destruir su planeta está destruyendo su propia vida.

La mayoría de los países están tan solo preocupados en dar soluciones a sus problemas inmediatos, en vez de mirar hacia adelante y prever el futuro de nuestro planeta, como un todo. La destrucción del mundo animal será indudablemente seguida de la extinción eventual de la raza humana.

La “mayoría perseguida”, me refiero a los miembros del Reino Animal, no tienen ni voz ni voto, fue en el pasado fuente de riqueza de las grandes masas, y a pesar de que sirven al hombre como alimento, y con fines médicos, científicos y culturales, y no obstante, que el hombre necesita y seguirá necesitando a los animales, no cesa de perseguirlos, exponiéndose a perder esa valiosa fuente de vida.

En épocas pasadas algunas naciones conquistaron grandes extensiones de la tierra, subyugando pueblos enteros sin el más mínimo escrúpulo y, también, muchas veces causaron graves daños y la destrucción irreparable de la vida animal que sirvió de alimento a los pueblos que subyugaban. Me refiero en particular al búfalo o bisonte americano. Hoy en día, un proceso similar está ocurriendo a pesar de los esfuerzos de los conservacionistas del mundo, me refiero a la desaparición de una posible fuente de supervivencia para futuras generaciones si fuese debidamente administrada: la ballena, objeto de matanza despiadada en la actualidad.

Las naciones del Tercer Mundo se unen para protestar contra la injusta distribución de la riqueza, y razón tenemos en hacerlo. Sin embargo, es dentro de los confines de esos mismos países donde se halla la mayor riqueza en forma de bosque tropical de lluvia y, más específicamente, de un tercio de la mitad del total de la flora y fauna del mundo que se encuentra en las naciones del trópico. Repito, la riqueza de la naturaleza, que una vez fue fuente de engrandecimiento para las naciones industrializadas está ahora bajo la custodia de los países en vías de desarrollo. En sus territorios tenemos una admirable flora y fauna que deberían ser el orgullo del mundo y puestos al servicio del hombre. Esta Herencia Sagrada se encuentra en peligro de extinción precisamente por la falta de comprensión y por la aplicación de diversos métodos rechazados por las naciones más avanzadas, que los consideran peligrosos para el medio ambiente. Aún así, estos mismos métodos siguen siendo aplicados indiscriminadamente en los países en vías de desarrollo.

Nosotros, los hombres del Tercer Mundo, debemos ser honestos y reconocer el hecho que buena parte de nuestro infortunio es el producto de nuestra propia inactividad o falta de imaginación. En lo concerniente a la protección de aquellos recursos naturales que son renovables, se puede decir que la gran mayoría del público simplemente no siente interés y los hombres responsables dentro de los gobiernos permanecen indiferentes, mientras que hay una minoría de gente tan solo preocupada en satisfacer sus propios intereses, que en su miopía egoísta no paran para ver el riesgo que señalamos. Es la codicia de este pequeño número de individuos la más responsable de la exterminación del Reino Animal, de la gran mayoría perseguida, del Cuarto Mundo o deberíamos decirlo nuevamente, del Primer Mundo porque estuvieron aquí antes que nosotros. Digo esto porque el Cuarto Mundo es aquel que está por nacer, el mundo del mañana en la escala del tiempo. Hoy, diariamente tomamos decisiones que afectarán al Cuarto Mundo, tanto que quizás se nos verá en la historia futura con oprobio por nuestra suicida desaprensión con la naturaleza.

La matanza indiscriminada de animales ocurre generalmente para el beneficio de las naciones altamente industrializadas que consumen las pieles, lanas, marfil, aceites, etc. en el mercado de lujo. La presión ejercida sobre el cazador furtivo proviene de la demanda de lujo de unos pocos. No podemos, sin embargo, culpar enteramente a los mercaderes y consumidores extranjeros, ya que gran parte de la responsabilidad por la persecución y destrucción de la vida animal recae sobre las autoridades del Tercer Mundo.

El hecho que la matanza indiscriminada fuese aceptada en el pasado, no puede ser hoy considerada como excusa, ya que la fuerza de los amos y la subyugación del más débil por el más fuerte, que fueron hechos aceptados en otros tiempos en los que poco se podía hacer en contra de los abusos; pero, hoy la situación ha cambiado porque el derecho de autodeterminación de los pueblos es una realidad consciente, por eso es imperdonable que nos prestemos a ser parte de la inmisericorde y continua explotación de nuestra riqueza animal. Esta es una situación que, sin lugar a dudas, será severamente condenada por las generaciones por venir.

Me siento capacitado para afirmar, con toda franqueza, que gran parte de nuestra pobreza se debe a nuestra propia incapacidad para defender lo que es nuestro y a las motivaciones egoístas o ciegas que nos hacen olvidar que el mundo es una creación perfectamente balanceada del Todopoderoso y que si el hombre interfiere en ese balance, será él quien pagará las consecuencias.

Me pregunto, por cuanto tiempo más, muchos de los que ejercen el poder en el Tercer Mundo dejarán que esta situación continúe; por cuanto tiempo más las autoridades tolerarán un contrabando que enriquece aún más a los que ya lo son, mientras se reducen las posibilidades de mejoría para todos aquellos que viven en nuestras selvas, sierras y costas. Bajo una administración adecuada, la vida animal podría producir beneficios incalculables a los países tercermundistas y, para este fin, es necesario que los dirigentes adopten una actitud acorde a sus altos cargos e impongan leyes, regulaciones y controles necesarios. Los científicos no deben permanecer aislados y deben ser incorporados en la toma de decisiones referentes a la conservación de los recursos naturales renovables del mundo. Muchos gobiernos solo parecen oír a aquellos que pueden ofrecerles beneficios inmediatos y no a aquellos científicos preocupados por el bienestar del futuro. Para el cavernícola la única preocupación era proveerse con el alimento diario. El hombre civilizado no solo debe preocuparse por el pan de hoy, sino también por el de mañana, pasado mañana y las mañanas del futuro.

Las naciones industrializadas tienen el deber moral de colaborar con los países más pobres prohibiendo la importación de todas aquellas especies en peligro de extinción. Es de vital importancia que todas las naciones ratifiquen la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites).

Una nación incapaz de cuidar su gente y su fauna, está parcialmente perdida tanto en lo social, emocional, moral y en cuanto a su misma supervivencia. Como conservacionista, diré que la vida animal en Latinoamérica ha sido descuidada por demasiado tiempo y solo en los últimos cinco o seis años se ha despertado el interés por nuestra flora y fauna. Los problemas que afrontamos son enormes. Algunos resultados han sido efectivos, pero se necesitan aún más estudios para justificar debidamente la creación de más reservas y santuarios para animales salvajes. Esta labor debería tener una de las más altas prioridades, entre otras razones, porque los gobiernos latinoamericanos dependen en forma importante de los ingresos de la venta de sus recursos naturales.

Las demandas de las economías locales pueden alentar la explotación de tales recursos en proporciones aún mayores que las actuales, ocasionando la explotación masiva de estos recursos y el consecuente empobrecimiento de nuestros bosques tropicales de lluvias, lagos, ríos y mares. Con el descubrimiento de considerables recursos petrolíferos en la Cuenca Amazónica, el peligro de la contaminación de los ríos es crítico, y la necesidad de un adecuado control, por medio de una legislación, se torna un requisito esencial. La cooperación y apoyo de los gobiernos más avanzados será fuente de estímulo para los conservacionistas y los líderes de la opinión pública de nuestro continente empeñados en la solución de estos problemas que interesan a toda la humanidad.

Al proteger la diversidad ecológica estamos garantizando nuestra propia supervivencia. Si destruimos la reserva genética, el precioso capital con que contamos en la naturaleza, la agricultura dejará de producir la gran cantidad de alimentos que el ser humano necesita para sobrevivir. Los bosques tropicales de lluvia, dad su delicada composición requieren de especial cuidado por poseer la más rica expresión de vida en la tierra. Es por este motivo que su penetración por medio de construcción de carreteras, válida y justificada en muchos aspectos, debe ser motivo de meditación y de los pertinentes estudios, pues debemos entender el peligro que tales proyectos pueden conllevar.

Hoy, más que nunca, nuestros líderes políticos tienen una responsabilidad mayor al tomar decisiones que afectarán a las futuras generaciones. Responsabilidad que aumenta cuando existe la posibilidad de que una resolución precipitada pueda llevar consigo cambios y daños irreversibles.

Para salvar a nuestro hemisferio debemos trabajar al unísono. La Organización de los Estados Americanos debe tener la suficiente autoridad para insistir que nuestros países cumplan una estricta adhesión a los convenios acordados. Debe tratar de coordinar las legislaciones con las regulaciones establecidas para salvaguardar nuestros ríos, lagos y mares. Debe alertar al mundo sobre la amenaza que significan los buques tanques petroleros y específicamente sobre la posibilidad que el hundimiento de tales barcos ocasione terribles consecuencias, sobre todo en zonas como las cercanas Islas Galápagos. Debe estar presente en aquellas regiones donde la autoridad combinada de dos o más o países hace que las legislaciones pierdan su efectividad, al menos para uno de los países, en forma que se incita un contrabando dañino que se trata de impedir. Me refiero al Amazonas y, en especial, a Leticia.

Debe, asimismo, insistir en obtener de ciertos estados la prohibición de importar los productos que en sus países de origen no son exportables, considerando esta actividad como un contrabando y cuyo país importador no los define como tal, a pesar del pedido de la nación interesada en proteger esa especie en peligro de exterminación. Estoy pensando en la vicuña. El miembro más pequeño de la familia de los camélidos tiene la mala fortuna de poseer la lana más fina del mundo, lo cual la hace envidiable presa para los cazadores furtivos. Durante el Imperio de los Incas, la vicuña era protegida por leyes estrictas que condenaban con la muerte a quien las violara. A comienzos del siglo había alrededor de solo cuatrocientos mil vicuñas. A través de los años, este número fue disminuyendo en proporción inversa a la demanda por su lana, debido a que el hombre solo podía capturarla dándole muerte, ya que su naturaleza extremadamente arisca hacía imposible su captura y menos su crianza.

Esta matanza sistemática tuvo como consecuencia la reducción del número de vicuñas a cifras dramáticas. En 1965 su población era estimada entre cinco mil y seis mil en el Perú; mil quinientas en Bolivia; un máximo de dos mil en Argentina; alrededor de setecientas en Chile y extinguida en Ecuador. Tuvimos que trabajar rápidamente y la primera reserva se estableció en Pampa Galeras, Perú. En 1976 esta reserva contenía no más de seiscientos animales y a pesar de su vigilancia, los resultados eran negativos. Se consideró la necesidad de otras medidas y se vio que era de suma importancia coordinar la legislación entre los países donde habita la vicuña y así en 1970, el Acuerdo de La Paz, convenio entre Bolivia y Perú, fue firmado y luego ratificado por Argentina y Chile. De conformidad con este acuerdo estos países también han creado reservas individuales. Desafortunadamente debido a la continua demanda por este producto de lujo, la caza ilegal prosigue, empleándose armas automáticas y de precisión. La lana de la vicuña, como materia prima, eventualmente llegaba a las industrias textiles norteamericanas y europeas.

Con la ayuda del Fondo Mundial para la Naturaleza, de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, Fauna Preservation Society y de muchas otras organizaciones de conservación, se solicitó a los gobiernos de Europa y América que prohibiesen la importación de las pieles finas y la lana. Los Estados Unidos y Gran Bretaña fueron los primeros en cumplir este pedido. Sin embargo, otros países como Francia no han acatado estas disposiciones, por lo que el contrabando continúa a precios astronómicos.

El incentivo que significan tales beneficios es tan alto, que cazadores sin escrúpulos no se detienen ni ante el crimen y así resultó, el año pasado, la muerte de un inocente guía peruano y las lesiones a dos guardias.

Hoy día, gracias a una eficiente administración peruano alemana, las reservas de Pampa Galeras contienen alrededor de trece mil vicuñas y el total en el Perú ha aumentado aproximadamente a veinte y tres mil animales. Asimismo, hay incremento en el resto de reservas establecidas y esperamos poder reintroducir la vicuña en el Ecuador. Se está acercando el día en el que con un sistema de captura científica y humanitaria podamos trasquilar la vicuña para que su lana pueda compartir honores con la cachemira, en forma tal, de que productores y consumidores puedan aprovechar los beneficios de su introducción a la industria sin peligro para la conservación del bello animal. Este es un buen ejemplo de cómo un recurso natural renovable puede incrementarse para el beneficio de muchos.

Considerando este y otros problemas de la conservación mundial de la vida silvestre, debiéramos recordar la observación del gran humorista norteamericano Mark Twain: “El hombre es el único animal que se ruboriza o que necesita hacerlo”.

(*) Esta alocución fue incorporada en el Record del Congreso de los Estados Unidos a solicitud del honorable E. de la Garza de Tejas, integrante de la Cámara de Representantes en la 94 reunión del Congreso – Primera Sesión. Jueves 27 de febrero de 1975.

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