domingo, 5 de enero de 2014

Idilio y lucha de Felipe Benavides

El Comercio, marzo 24 de 1991

Por: Fernando Belaunde Terry (*)

Ha muerto un combatiente. Ha caído Felipe Benavides, en el Londres de sus mocedades, en la ciudad bombardeada de la que no quiso apartarse en los días de la sangre, el sudor y las lágrimas. Se mantuvo allí, hidalgamente, como buen soldado de la diplomacia peruana. Ha caído el defensor de las indefensas vicuñas y en esta hora habla, por todos los peruanos, el poeta Vallejo: “Quédate hermano…!”

Rebalsaba personalidad, como el cántaro al fuego en plena ebullición. Era talentoso, constante y eficiente en el trabajo pero sólo para sustentar las grandes causas impersonales. Dijo que “no bajaría los brazos hasta que llegara la muerte”. Y así fue. ¿Qué queda de aquellos desmanes? Solamente un mudo desprecio. ¿Y de esta generosa vida que se extingue tan lejos de Pampa Galeras?: una insondable tristeza andina en la silente orfandad de los auquénidos.

¿Por qué lo separaron cuando ya la muerte lo amenazaba? Tal vez querían su silla. Pero ¡oh decepción! Pronto descubrieron que no era un asiento rentable. Era un sitial para dar, no para recibir.

Un sentimiento profundamente romántico, de amor al Perú en sus esencias, caracteriza el idilio de Benavides –no encuentro otra forma de definirlo- con la vicuña. Aguardaba cada nuevo alumbramiento con inquietud paternal. Lo vi acariciar a las recién nacidas en el dulce cautiverio del Parque de Las Leyendas, tan distinto al dramático hábitat del altiplano, que describe el poeta:
“Silencio y soledad…nada se mueve…
Apenas, a lo lejos, en hilera,
las vicuñas con rápida carrera
pasan a modo de una sombra leve…”.

Aquí rodeadas por la multitud, por el bullicio de la urbe, encuentran un nuevo entorno, muy distinto al que describe Chocano. Pero una mano amorosa mitiga la nostalgia telúrica, acariciando el cuello sedoso del esbelto animal.

Tal vez por ello, el laureado conservacionista inscribió en el parque estas palabras de Neruda: “Aquí la hebra dorada salió de la vicuña a vestir los amores, los túmulos, las madres, el rey, las oraciones, los guerreros…”

Pero en este duelo imaginativo no se queda atrás, el cantor de América cuando dice: “La piel de las vicuñas dio, en épocas mejores, alfombras a las plantas de las sacerdotisas y mantos a los hombros de los emperadores…”

Giusseppe Alvigni titula un libro fascinante sobre los camélidos “La fibra más cercana al cielo”, elogiando a la vicuña, llena de belleza y distinción. Y tuvo razón Benavides porque ningún aporte peruano es más elocuente que el textil, pues mientras los famosos gobelinos franceses –según Reid- raramente muestran más de 20 hilos de urdimbre por pulgada, el antiguo Perú exhibe ejemplares con 398…Allí fuimos maestros, no discípulos; conquistadores, no conquistados…Allí el mensaje andino adquirió su máximo esplendor. Es bueno recodarlo en estos tiempos en que se nubla la identidad nacional y se “cesa” a los que la iluminan con luz de patriotismo y sensibilidad de artistas.

Y esa luz, por el idealismo de tu causa, no se extingue. Y por la sensibilidad de tu espíritu, no se apaga.

(*) Arquitecto, docente universitario, jefe y fundador de Acción Popular, dos veces presidente constitucional del Perú (1963-1968 / 1980 – 1985).

No hay comentarios:

Publicar un comentario