domingo, 5 de enero de 2014

Las leyendas de Felipe Benavides

Revista de aniversario del Parque de Las Leyendas, marzo 2004

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

“Casi no hay una capital o ciudad importante en el mundo que no tenga un zoológico. Los zoológicos son indiscutibles centros de unión de la familia; allí se juntan el anciano y los niños menores, promueve la salud y la felicidad del pueblo, ofreciendo, a la misma vez, una oportunidad visual de las riquezas naturales de la patria, del mundo y la forma de defenderlas. En pocas horas muestran al turista muchas de las tradiciones y bellezas que reúne el país”. Felipe Benavides y las razones que lo inspiraron para solicitar desde 1960, la constitución de un zoológico para Lima. (“Función social de los zoológicos”, El Comercio, 27 de octubre de 1971),

Al cumplirse 40 años de la creación del Parque de Las Leyendas “Felipe Benavides Barreda” (20 de marzo de 1964), queremos presentar esta crónica que describe la historia, los pormenores y las vicisitudes que demandó la planificación y constitución de este centro de esparcimiento. Una obra dejada por un importante y entusiasta grupo de peruanos que bien vale recordar.

A comienzos de 1960, Lima experimenta los cambios propios de la expansión urbana, la consolidación de pueblos jóvenes, la migración del campo a la ciudad y el aumento de las demandas de su población. Estos factores contribuyeron a la reducción progresiva de los espacios para la recreación familiar y el entretenimiento de la niñez.

En América Latina, sólo Perú y Ecuador, carecían de un zoológico; en Estados Unidos y Europa, cada ciudad poseía uno y hasta dos parques como parte de los programas de educación; la India, estaba organizando uno de extraordinarias características; China y la Unión Soviética, tenían zoológicos famosos.

Dentro de este contexto, surge el interés de Felipe Benavides para constituir uno moderno concordante con la nueva composición social y demográfica de la capital, teniendo en cuenta su valor cultural y educativo. Así lo han comprobado estudios que recomiendan a los educandos visitar estos establecimientos para familiarizarse con la fauna silvestre en peligro de extinción. Del mismo modo, juegan un rol significativo en el análisis científico, la actividad turística, la conservación de especies y brinda al visitante un escenario natural donde puede divertirse.

“La construcción del parque zoológico de Lima es una deuda nacional para con los niños y nuestra cultura, y es necesario saldarla. Su creación es un anhelo general que sólo necesita la seguridad de una institución altruista capaz de convertir el deseo en realidad”, se afirma en la publicación “Construyamos el parque zoológico de Lima” (1960), elaborada por Felipe Benavides y cuya portada fue diseñada por la recordada científica María Koepcke.

EL PRIMER PASO

Un grupo de personalidades integradas por Enrique Del Solar, Cristóbal Vecorena, Ramón Ferreyra, Hans W. Koepcke, Jorge Sánchez, Arístides Herrer, Luz Sarmiento, Felipe Ancieta, Oscar Tovar y Alvaro Piazza, fundaron el comité organizador de la Sociedad Zoológica del Perú, presidido por Felipe Benavides, con la finalidad de crear y sostener el futuro zoológico de la capital.

El documento “Construyamos el parque zoológico de Lima” especifica que esta institución privada tendrá como objetivos: Fomentar el estudio y la investigación de la zoología y botánica, dando preferente atención a los problemas nacionales; difundir los conocimientos de la zoología en todos sus aspectos, a fin de estimular la mejor comprensión de la naturaleza; iniciar vínculos de cooperación entre las personas e instituciones que estudian las ciencias biológicas y aquellas que están dispuestas a prestar su concurso a los fines de la Sociedad Zoológica del Perú; y establecer contacto con entidades dedicadas al fomento de la zoología y botánica.

Este acontecimiento fue informado por el presidente del comité organizador al decano de la prensa nacional. En carta enviada al director del diario El Comercio, Alejandro Miró Quesada, el 12 de abril de 1960, le comunica: “En la última reunión habida en mi casa hace unos días anuncié a estos caballeros que consideraba el momento oportuno para hacer pública la formación de la Sociedad y los fines que ella persigue. Se acordó informar a la prensa en general sobre la constitución de la Sociedad. Tengo interés que tu diario publique la formación de la Sociedad Zoológica Nacional y sus fines, anticipadamente a los otros diarios y revistas, pues reconozco que ustedes vienen desde hace tiempo abogando por esta idea. El Comercio siempre ha propiciado el establecer un zoológico nacional y ha aprovechado esta oportunidad para que esta idea se haga conciencia en el Perú”.

“Como te repito, me agradaría que tu diario sea el primero en publicar la noticia de la formación de la Sociedad y comentar respecto a nuestro objetivo, que viene a llenar un vacío nacional. Hasta Sofocleto dice que no es lógico que en el Perú no haya zoológico y que no se explica como habiendo tantos “animales” en el país, no tengamos un buen lugar para exhibirlos”.

Una de las primeras acciones del comité organizador fue dirigirse al alcalde de Lima para concretar su ofrecimiento de ceder el ambiente denominado “La Glorieta” (ubicado en el Parque de la Exposición, donde funcionó el antiguo zoológico), con la finalidad de “contar con un local que al servirnos de oficina nos permita centralizar nuestras actividades”. Lamentablemente, esta petición no tuvo el resultado esperado.

La Sociedad Zoológica del Perú, como se puede deducir, nació con el objetivo de asumir la conducción del zoológico, como sucede en otras partes del mundo, donde estas entidades filantrópicas colaboran con sus conocimientos y trabajo voluntario. Siempre estas asociaciones se encuentran ubicadas dentro de los parques.

Por tal razón, el Patronato del Parque de Las Leyendas suscribió en 1985, un convenio de cooperación con esta organización para coordinar ayuda técnica, económica y científica, y buscar fomentar el estudio de la zoología y la botánica, establecer vínculos a nivel internacional, mantener intercambio de información, realizar campañas de educación ambiental y desarrollar labores en salvaguarda del patrimonio natural.

EL HIPÓDROMO DE SAN FELIPE

Debido a su doble función de área verde y centro cultural, se consideró que el zoológico debía estar situado dentro del perímetro de la ciudad o en un lugar unido a ésta por una buena vía de acceso, para facilitar la movilización del público. De modo que, se elegiría su ubicación entre aquellas zonas con mayores ventajas para su funcionamiento y por las posibilidades de adquisición del terreno.

Según lo expresado en “Construyamos el parque zoológico de Lima”, era esencial contar con una extensión mínima de 20 a 25 hectáreas, “por cuanto las instalaciones, áreas y pabellones para animales y vegetales así como las áreas libres, deberán ser bastante amplias, según las tendencias que se siguen en la actualidad. Esto trae consigo magnífica exhibición de los animales, sin que éstos sufran mayormente las molestias y consecuencias de la estrechez e incomodidad de jaulas”.

Coincidentemente, estaban por concluirse las obras del hipódromo de Monterrico y existía la intención que el sitio perteneciente al hipódromo de San Felipe (que sería devuelto al Estado), fuese asignado para el nuevo zoológico. Ese fue el parecer de Felipe Benavides: “Tenemos la intención de solicitar al Estado unos 150,000 metros cuadrados de los terrenos del actual hipódromo de San Felipe, pues como tú muy bien sabes todos los zoológicos en el mundo están en ubicación central para que el pueblo pueda acudir a ellos con facilidad” (misiva del 12 de abril de 1960 al director de El Comercio).

Su entusiasmo por el favorable desarrollo de los acontecimientos, lo expresa en su carta (11 de julio de 1960) al embajador del Perú en Gran Bretaña, Ricardo Rivera Schreiber: “Me alegra comunicar a usted que las gestiones para realizar el Gran Parque Zoológico de Lima están muy avanzadas, habiendo ya formado la Sociedad así como la aprobación de los estatutos. He encontrado gran cantidad de gente de todas las clases y medios interesados en mi proyecto y espero que pueda realizarse dentro de poco. Desde luego mis deseos de que los terrenos del Estado del hipódromo de San Felipe, una vez que este pase a Monterrico, sean entregados a la Sociedad para el Parque Zoológico no será fácil tarea. Sin embargo, me siento optimista pues ya he recibido el apoyo de los diarios de Lima, así como de las revistas, que como usted comprenderá, en nuestro medio es siempre importante esta ayuda”.

Sin embargo, el ámbito del hipódromo de San Felipe fue transferido al Instituto de la Vivienda, a pesar que la Oficina Nacional de Planificación y Urbanismo recomendó emplear esas extensiones para incrementar los espacios libres de Lima, dado su bajo porcentaje de parques.

EL PARQUE DE LAS LEYENDAS

Sobre una extensión inicial de 24 hectáreas cedidas por la Beneficencia Pública de Lima (actualmente tiene aproximadamente 120 hectáreas), se comenzó en 1963, la primera etapa del Parque de Las Leyendas, que abrió sus puertas al público el 25 de diciembre de ese año. También, se compraron 84 hectáreas pertenecientes a la Pontificia Universidad Católica del Perú y se aceptó la donación de las haciendas Queirolo y Conchas. Con relación a la futura entrada del parque, se empezó la obra desde la esquina de la avenida La Marina en línea directa hacia la esquina del estanque Maranga.

El lugar seleccionado ocupaba el antiguo territorio de los marangas (que rendían culto a la juventud). En su perímetro quedaban la famosa huaca de los Tres Palos, en cuyo interior se escuchaba el claro tañido de una campana de oro en las noches de luna; la huaca Palma, que poseía un templo decorado de hermosas cenefas de piqueras; la huaca Aramburú, construida por miles de adoberos bajo el látigo de los jefes marangas; y otras más pequeñas ocupadas por huanchos y huallas antes de la llegada de los españoles. Indudablemente, sería el único zoológico en el mundo que estaría rodeado de un monumento histórico, lo que acentuaría su atracción turística.

En esta iniciativa participaron activamente Felipe Benavides, Ernesto Gastelumendi, Enrique Barreto, Ernesto Paredes, Violeta Correa, Carolina Belaunde, José Patrón, Eduardo Reátegui, Benjamín Doig, Luis Bustamante, Antonio Uccelli, Lorenzo Rosselló y Juan Filomeno, entre otros. De esa manera, se inició el proyecto de los “Trece de la Fama” (como calificó Francisco Pizarro a su contingente expedicionario).

La idea coincidió con el planteamiento del senador Rafael Puga Estrada en el Congreso de la República, que proponía establecer un zoológico entre Lima y Callao. Gracias a una ley aprobada por el Parlamento se contó con una renta anual de cinco millones de soles y se autorizó al Patronato de Parques Nacionales y Zonales (Parnaz) a concertar préstamos extranjeros.

Ernesto Gastelumendi en su artículo “Remanso en medio de la agitada ciudad” (El Comercio, 9 de octubre de 1989), recuerda algunos aspectos de este esfuerzo colectivo: “Se consideró que para exponer una visión integral del Perú debían estar representados elementos de nuestra cultura en diversas épocas y regiones. En la entrada orientaban al público ocho paneles con el texto y expresiones pictóricas de las leyendas u origen de nuestra cultura, obra del pintor Sabino Springuett, poniéndose así en evidencia la intención del parque”.

“...Dispersos en el área se construyó, y aún están allí, la escenificación de “Oshta y el duende” de la reconocida pintora y escritora Cota Carvallo; la ambientación de un sector con lo relativo al cuento costeño “El caballero Carmelo” de Abraham Valderomar; equipos para juegos infantiles, entre ellos el laberinto, complementado con murales de motivos tomados de los mates peruanos. La zona selva llegó a tener su ambiente característico, tanto en lo profuso de la vegetación y la presencia de mamíferos y aves típicas, así como en los grupos de vivienda construidos por pobladores nativos, traídos especialmente de nuestra Amazonía”.

En 1967, entró en funcionamiento –como parte de la ampliación del zoológico- el primer “Mercado Artesanal del Perú”, instalado en la avenida de ingreso al parque. “Se trata de dar a conocer ampliamente la artesanía nacional, calificada como una de las más bellas del mundo. Así ha quedado demostrado a través de exhibiciones que han tenido gran éxito”, dijo Benavides (El Comercio, 8 de octubre de 1967).

Inicialmente, el plan acordado era hacer 34 locales de venta hasta llegar a la esquina del estanque Maranga y convertirlo en uno de los centros de mayor importancia turística por su cercanía al aeropuerto internacional. Durante la época militar se abrieron calles que prolongaron la avenida La Mar hacia la avenida Las Leyendas. Al construir esos jirones se retiraron los puestos y se vendieron los terrenos a una urbanizadora.

LLEGADA DE ROBERT EVERLY

Invitado por el presidente del Parnaz llegó al Perú en 1964, el arquitecto norteamericano Robert Everly -considerado la primera autoridad mundial en la construcción y mantenimiento de zoológicos- para realizar los estudios de factibilidad y el plan maestro del Parque de Las Leyendas, que incluía una extensión de 149 hectáreas.

Su empresa McFadzean, Everly and Associates (había edificado más de mil zoológicos) presentó el estudio de la segunda etapa, denominada “Gran Centro Cultural para Lima Metropolitana” que incluía jardín botánico, acuario, biblioteca, museos y mayores sitios de picnic. El monto estimado fue de cinco millones de dólares.

En Lima trabajó este proyecto y en dos oportunidades sobrevoló en helicóptero la ciudad para observar todos los lugares de recreación. En compañía de los directivos y miembros del Parnaz realizó minuciosas inspecciones y manifestó “que se encontraba el Parque de Las Leyendas especialmente adecuado para el fin que se le había dado”.

También, se refirió a las innovaciones introducidas en los zoológicos, como la eliminación -en lo posible- de rejas y jaulas, utilizando barreras invisibles, zanjas y habitaciones adecuadas para facilitar las temperaturas y los servicios. Recomendó la conveniencia de diseñar los futuros parques a nivel nacional (reservándose los terrenos adecuados antes que alcancen precios elevados) y consideró que son vitales para los sectores populares.

Durante un encuentro con la prensa nacional, Everly declaró: “Los parques nacionales y zonales así como los zoológicos no sólo tienen importancia por su aporte a la educación y a la cultura, sino que contribuyen a la economía de un país. La construcción del Parque de Las Leyendas ha sido muy bien encaminada”. Asimismo, puntualizó que la ciudad tenía parques sólo para 186 mil personas. “Hay que imaginarse qué pasará cuando dentro de 15 años tenga cuatro millones y medio de habitantes. Actualmente, le faltan unas 8 mil hectáreas de zonas verdes”.

SU ADMINISTRACIÓN

El Parque de Las Leyendas ha tenido fases definidas en su historia. La primera, ejercida por el Patronato de Parques Nacionales y Zonales (Parnaz), entidad del ministerio de Fomento y Obras Públicas, que tuvo la misión de proyectar, programar y crear esta institución desde 1964 hasta el 31 de marzo de 1969, bajo la presidencia de Felipe Benavides.

La segunda, se inició el 1 de abril de 1969 y concluyó el 31 de diciembre de 1982. Durante este período fue conducido por el Servicio de Parques (Serpar), “institución pública encargada del planeamiento, estudio, construcción, equipamiento, mantenimiento y ampliación de los parques metropolitanos, zonales, zoológicos y botánicos para fines culturales y recreacionales” (D.L. Nro. 17528 del 26 de marzo de 1969) del sector Vivienda.

Seguidamente, el ministro de Vivienda, Luis Vargas Caballero, mediante R.S. Nro.0035-69-VI-DS, del 22 de abril de 1969, nombró al expresidente del Parnaz, presidente de la comisión que “formule en un plazo de 60 días, un proyecto de ley que regule las actividades del Servicio de Parques”. Benavides consideró la cartera de Vivienda como la indicada para hacer zoológicos. Argumentó “que el ministerio de Agricultura tendría asesoramiento técnico con relación a la flora y fauna (Servicio Forestal y de Caza), pero no dispondría de un elemento indispensable, el diseño y edificación de los zoológicos, que deben estar bajo la responsabilidad de arquitectos especializados”.

El 7 de junio de 1981, por D.L. Nro. 146 nace el Patronato del Parque de Las Leyendas (Patpal), dependiente del ministerio de Vivienda y Construcción, y que tiene “por finalidad proporcionar bienestar, esparcimiento y recreación cultural a favor de la comunidad, promocionando las diferentes riquezas naturales de nuestras regiones”. El Consejo Directivo del Patpal encabezado por tan reconocido conservacionista, asume su dirección el l de enero de 1983.

Finalmente, luego de sucesivas y controvertidas transferencias (ministerio de la Presidencia, Presidencia del Consejo de Ministros, etc.) la Ley Nro.27273 del 29 de mayo del 2000, modificó el D.L. Nro. 866 (Ley Organización y Funciones del ministerio de Promoción de la Mujer y del Desarrollo Humano) y dispuso su paso a este portafolio.

LOS ENEMIGOS DEL PARQUE

Desde su creación afrontó diversos problemas derivados de la insensibilidad gubernamental y la sucesión de invasiones producidas durante la dictadura militar, colocándolo en una situación deplorable. El presidente del Patpal comentó estos hechos: “...El Parque de Las Leyendas, con sus 120 hectáreas es una zona excepcional. No hay parques zoológicos ni botánicos diseñados en tal forma que eleven como monumento su noble pasado. Las zonas arqueológicas que forman parte de toda una civilización, en este caso, Los Marangas. Actualmente, se invaden estas tierras que pertenecen al estado, o sea a los 18 millones de peruanos, y se construye en zonas arqueológicas con ladrillos, concreto y fierros. Hay un proverbio portugués que dice: los arquitectos cubren sus errores con enredaderas; los cocineros con sus salsas y los médicos con tierra. Los limeños cubrimos nuestros jardines con basura” (El Comercio, 1 de abril de 1984).

En comunicación al ministro de Vivienda y Construcción, Luis Bedoya Vélez, del 19 de octubre de 1988, nuevamente Benavides advierte de los peligros que se ciernen al incrementarse las invasiones: “Nuestro personal no está capacitado para efectuar trabajos de protección del perímetro del parque. Personalmente, he constatado el día de ayer que ingresan hasta camionetas con materiales de construcción por un lugar alejado de nuestra administración. Recordará usted que le informé que, durante el gobierno militar, terrenos del parque fueron vendidos y urbanizados. Me refiero a la entrada del parque. A pesar de todos los esfuerzos que hicimos para que Serpar aclare esta situación, ha sido imposible y no nos queda otra vía que la del recurso de amparo para así, por lo menos, evitar que en el futuro se nos pueda responsabilizar por esos terrenos, algunos invadidos y otros vendidos”.

Lotizaciones, venta irregular de terrenos, demoras burocráticas e ineficiencias, fueron los principales factores que obstaculizaron los esfuerzos de la administración iniciada en 1983, teniendo que acudir al Ejército para efectuar las mediciones perimétricas. Después de tres meses de trabajo determinaron que sólo existían 112 hectáreas, lo cual no coincidía con los planos originales.

Del mismo modo, los apremios económicos, la coyuntura política y la ausencia de visión en nuestros gobernantes, han contribuido para dejar de lado requerimientos básicos del hombre como acceder a la cultura, la recreación familiar y el conocimiento de nuestra flora y fauna silvestres.

Por estos motivos, fue muy difícil reponer esta institución. “He tenido que reconstruir el parque y la mejor prueba de cómo estuvo abandonado entre los años 1969 y 1983, la tenemos en la película “Frente a Frente”, de Alfonso Baella Tuesta...”, comentó Benavides al director de la revista Oiga, Francisco Igartua, en carta del 30 de enero de 1991. Es incuestionable su mérito considerando que el zoológico recibía aproximadamente 150 dólares anuales del Presupuesto General de la República. Increíble!

“Poca gente en el Perú tiene una idea de lo complejo y difícil que resulta manejar un zoológico, para cuyo debido funcionamiento se requiere contar con alta tecnología. Un zoológico es como un pequeño Estado en el cual lo más importante es procurar la seguridad de los que lo habitan, porque hay que evitar el daño al público, a los animales por parte del público, los robos, las violaciones con fines dolorosos, el uso de drogas, etc., todo esto, como al público le consta, ha sido posible obtener en el zoológico del Parque de Las Leyendas debido a la devoción de quienes hemos trabajado en él...”, expresó su fundador (El Comercio, 30 de enero de 1991). Ojalá, así lo hubieran entendido sus críticos que, cegados por la mezquindad, no han reconocido su trabajo al frente del patronato.

EJEMPLO IMPAR

La austeridad no es inherente a la función pública en el Perú y no necesariamente ha distinguido a quienes asumieron la conducción del parque a partir de 1991. Lamentablemente, la existencia de onerosos sueldos, camionetas, asesores y un cuantioso entorno, expresan la ostentación y frivolidad de nuestros gobernantes.

Así lo había ya enfatizado el expresidente del Parnaz a la revista Oiga (15 de octubre de 1971): “El Parque de Las Leyendas se ha hecho con amor y con trabajo. Los directivos que lo impulsaron nunca recibieron dinero...Cuando yo estuve en esto, trabajábamos en el tercer piso del Estadio Nacional. En ese lugar prestado trabajábamos los que hicimos el Parque de Las Leyendas. Teníamos unos tabiques, unas sillas y allí y trabajábamos. Al Estadio no le costó un solo centavo el alquiler. Entonces, lo que estamos deseando en Las Leyendas es PARQUE. No aterciopeladas oficinas”.

Felipe y los integrantes de su directorio trabajaron ad honorem, utilizaban sus automóviles, no cobraban gastos de representación, dietas, gasolina, etc. Eran servidores altruistas cuyo ejemplo marcó un estilo de trabajo y de vida, necesario de recoger e imitar.

SU DESTITUCION

El 18 de enero de 1991, mediante una insólita (?) resolución suprema Nro.029-09-PCM se consideró “necesario dar por concluida” su designación en la presidencia del Parque de Las Leyendas”. “Hay que estar en mi sillón para darse cuenta del difícil trabajo que es”, escribió un día antes desde Londres, sin imaginar que ya se había resuelto darle las “gracias por los servicios prestados”, de esta singular manera.

Esta disposición fue el inicio de una campaña preparada por organizaciones “verdes” que emplearon sus influencias en Palacio de Gobierno para lograr su destitución de los cargos gubernamentales que desempeñaba ad honorem. El paso siguiente era sacarlo de la presidencia del Consejo Nacional de la Vicuña, pero su deceso (21 de febrero de 1991) frustró la segunda parte de la conspiración.

Evidentemente, se trató de una venganza en la que triunfó en el alma de sus retractores “el tinte oscuro”, como anotara César Vallejo. Por “coincidencia” los comprometidos en esta acción habían sido denunciados, nacional e internacionalmente, por el presidente del Patpal, debido a su censurable participación en el manejo de los recursos naturales desde el sector público y por la dudosa utilización de la cooperación extranjera, entre otras anomalías que están documentadas.

Sus críticos, hábiles en “sórdidas maniobras puestas en prácticas” como expresó el ex ministro de la Presidencia, Nicanor Mujica Álvarez Calderón, se valieron de parlamentarios, medios oficiales de comunicación y de recursos económicos para responder así a las aseveraciones formuladas en la película “Benavides”, estrenada en la televisión británica el 13 de enero de ese año. Allí este “quijote moderno” dejaba constancia de la forma como la ecología en el mundo “había ingresado en el terreno de la hipocresía, la corrupción y la deshonestidad”.

Fueron muchas las voces de protesta que salieron en su defensa. Entre ellas queremos transcribir las palabras del diputado Fernando Ramírez Alfaro, quien en su editorial “El día que las vicuñas lloraron” (Expreso, 31 de enero de 1991) comentó: “Ni Felipe Benavides –ni ninguno de los miembros del Patronato- cobraba sueldo, dieta, movilidad, viático o algún estipendio económico. Personas como el embajador Augusto Dammert y los demás miembros del Patronato, acompañan al señor Benavides porque en sus espíritus está añejada esa vocación de servicio por la patria y en sus corazones el amor por la naturaleza”.

El periodista Manuel D’Ornellas, en su columna del diario Expreso (22 de febrero de 1991), explicó las razones que motivaron esta determinación: “En el fondo, lo que sus detractores y perseguidores jamás le perdonaron, y por eso aceleraron su muerte, es que un hombre de linaje y fortuna, comensal de reyes y presidentes, se arremangara cotidianamente en la polvorienta Maranga y allí impidiera que el único zoológico de Lima se transmutara en un basural; que para tal empeño, no exigiera sueldo o gastos de representación: y que –además de todo ello- Felipe Benavides Barreda fue uno de los peruanos más conocidos a nivel mundial, precisamente por su dedicación a estos temas”.

TESTIMONIO PERSONAL

Con Felipe me unió una estrecha relación institucional, intelectual y afectiva, nacida en la primavera de 1984. Por esa razón, tuve el privilegio –como muy pocos- de constatar su obsesionada dedicación hacia el Parque de Las Leyendas. Alguna vez llegamos juntos al zoológico y al detener su automóvil, miró a los niños que ingresaban y exclamó: “Ve estos niños, por ellos es que hago toda esta obra. Ellos son mi satisfacción...”. Esa era su genuina motivación.

Quienes han tergiversado el compromiso social, humano y solidario de la conservación de la naturaleza, no han alcanzado a comprender a este compatriota adinerado, descendiente de familia aristócrata, amigo de monarcas, poseedor de una singular formación, que se ilusionaba –únicamente- por satisfacer a los humildes visitantes de este centro recreacional.

El Parque de Las Leyendas y otros bellos exponentes de nuestro patrimonio natural, son una realidad gracias a su visión. Estos baluartes de la ecología están vinculados, fundamentalmente, con las ilusiones de los pobres, para quienes la gestión ambiental no debe ser una lejana opción en sus vidas, sino un elemento inmerso en la agenda del desarrollo. Así lo tenía claro y, por lo tanto, sus energías se orientaron hacia la obligación de encontrar en esta variable un instrumento que alivie la miseria.

Profeta incomprendido, hombre de avanzada, terco en sus convicciones éticas, cívicas y democráticas. Suscitó envidias, despertó admiraciones y cultivó el reconocimiento de las comunidades campesinas. Su recuerdo estará siempre vinculado al Perú, al que lo unió sentimientos encontrados y una auténtica vocación de servicio. Seguramente, coincidió con el poeta de Santiago de Chuco: “Aunque me haya ocurrido odiar al Perú, ese odio ha estado siempre impregnado de ternura”.

Como pocos en un país fecundo en claudicaciones, jamás abdicó a sus principios. Hizo de la decencia una cultura personal. Su ejemplo de vida, sus ideales y su coherencia, constituyen un referente que nos debe inspirar fe y esperanza en el futuro. Sin duda, un peruano de leyenda.

(*) Docente, conservacionista, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas - Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/

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